Sientes esa presión en el pecho, de culpa, tristeza, anhelo, dolor.
Esa presión de cuando sabes que pierdes a alguien o sientes que todo está mal.
Cuando caes al vacío de los comentarios de tus propias inseguridades, de esa vocecita en tu cabeza repitiendo sin cesar "Eres un asco", "lo estás haciendo todo mal".
Intentas luchar diariamente con esa voz intentado demostrar lo contrario, te caes una y otra vez pero sigues intentándolo. Llegas a un punto donde ya no sabes si de verdad estás mal o solo son los comentarios nefastos y tóxicos de esas voces.
Llegas a un punto donde te sientes entre dos paredes, donde, desesperado quieres salir y correr.
Pero no llegas a encontrar un camino o una puerta por el cual salir.
Cambios necesarios.
Cambios innecesarios.
Cambios buenos.
Cambios malos.
Llegas a un cambio, el cual hace que veas cuándo actuaste mal y bien, cuándo fuiste prudente e imprudente, dónde fuiste tóxico o una salida.
Pero lo único que quieres es retroceder el tiempo para pensar dos veces si ese es el camino que quieres tomar.
Pero lamentablemente no puedes regresar, es tiempo de cerrar esa puerta con doble llave y un candado para luego botar la llave y empezar de nuevo sin sentir que todo está mal.