Noche fría, ambiente seco. 3 a.m.
Estoy volviendo a casa y tengo hambre.
Tengo hambre de amor, de besos y abrazos.
Tengo hambre de una llamada o quizá de un encuentro.
Reniego.
Muevo la cabeza evadiendo esos pensamientos y sigo al frente.
Paso por ese banco en el que tú y yo nos sentábamos.
Sonrío y me siento.
Empiezo a imaginar la vida que hubiésemos tenido juntos.
Sería maravillosa .
Es de noche. Tengo frío y poca prisa.
Voy observando el paisaje, qué bonita es la vida a estas horas.
Veo una sombra, se parece bastante a ti.
No me lo creo.
Estás ahí, eres tú.
Paso por delante, no puedo caer de nuevo.
Me miras, mi intento de ignorarte es fallido y nuestras miradas se cruzan.
Sonríes.
Agacho la mirada y sigo andando.
Tengo ganas de decirte que te vengas, que nos vamos.
Quiero huir contigo.
Pero no.
Solo tengo que cruzar, estoy llegando a casa.
Me giro y sigues ahí. Saco las llaves y entro.
Noche fría, ambiente incómodo. 3:35 a.m.
Me asomo a la ventana y estás mirándome.
Creo que tenemos telepatía, porque en ese momento, en el que se cruzan nuestras miradas, siento vacío.
Día cálido, ambiente sano. 10:00 a.m.
Me asomo y ya no estás.
Y ya nunca más estás.