Me parecen tan lejanos los días en que podía ver tu rostro de cerca, mirarte a los ojos, verte sonreír; aquellos momentos en que nos pertenecíamos el uno al otro, las caricias, los besos; esos simples silencios cómplices, nuestras bromas y risitas coquetas se me hacen propias de épocas pasadas. Añoro esos instantes en tu compañía con tantas dudas, no logro comprender por qué te has empeñado en alejarme de ti.
Busco entre mis recuerdos el momento exacto en que alguna de mis acciones o de mis palabras provocó tu apatía y encuentro algunas respuestas, pero también busco desesperadamente en ti aquella coherencia necesaria para justificar tus actitudes y no las hallo, eres de ir y de venir, de estar pero no de ser.
Hay semanas en que todo eso no me importa, en que confío en lo que según yo he visto en lo profundo de tu mirada y batallo sin cuestionamientos por un nosotros que sueño que exista, y te busco y estoy ahí, insisto en demostrarte que puedes confiar, que quiero quedarme y que merezco la pena, para que bajes la guardia y apuestes por mi .
Sin importar lo que haga, no consigo entenderte y creo que una parte de ti no quiere que lo haga.
Deseo quererte bien, pero no me dejas hacerlo y lentamente las ilusiones se van muriendo como si hubieran nacido para ser solo un instante luminoso entre las tinieblas del miedo y la desesperanza de un corazón ya demasiado anochecido.
Me pregunto a diario si soy suficiente para ti.