Desde pequeños nos programan pensando en crear un plan de vida: carrera soñada, pareja, matrimonio, comprar una casa, tener hijos y luego planearles la vida a ellos. La vida se convierte en un patrón (a veces tóxico) de decisiones o ideales de felicidad que cada vez se dificulta saber si son nuestros o son impuestos por la sociedad, y al final siempre nos quedamos con un sin sabor de haber intentado haber hecho algo más: es que si yo hubiese estudiado esto, si yo hubiera dicho aquel, si la hubiera invitado a salir, si le hubiera dicho que no... ¿por qué arrepentirnos si podemos hacerlo en primer lugar?
De un tiempo para aquí me cansé de que las personas decidan qué hacer, o qué por pensar en los demás tenga que limitarme a hacer lo que me gusta .
Pasé por una etapa un poco difícil recientemente: Olvidé quién era, dudé de mi carrera, terminé con mi novio y dejé de practicar el deporte que amo. Todas estas actitudes sólo por una crisis; y todos pueden llamarla brujería, crisis existencial, enfermedad mental, depresión o lo que sea, pero lo importante es salir adelante, saber qué quieres y cómo lo lograras.
Al final, perdí cosas que antes me importaban para darme cuenta que debo salir de mi zona de confort, que en ocasiones debo estrellarme para mejorar; para ver que estoy creciendo, que debo aprender algo más y cómo ésto me llevará a ser una mejor persona. La libertad que tengo ahora de no sentirme atrapada, soltar aquellos lindos recuerdos del PASADO me hizo ver que no puedo vivir de la nostalgia, debo aventarme a vivir experiencias sin tanto miedo con tal de que me acerquen a la persona que quiero ser; eso sí, sin olvidar divertirme un poco de mis experiencias.