Era una fría noche de noviembre, los vientos soplaban muy fuerte haciendo vibrar los cristales de las ventanas, dejando susurros a su paso entre los pasillos, entre las calles desoladas de una ciudad tranquila y acogedora.
Era casi medianoche, poco a poco se iba acercando a ella y el joven Thomas no podía dormir, pensaba que si lo hacía estaría perdiendo un tiempo muy valioso que lo podría aprovechar mejor leyendo, era un fanático a la lectura, le fascinaba, tanto así que se devoraba cualquier cosa textual… Poesía, ensayos, novelas, relatos, revistas, cómics…. Lo llevaban a una vida mejor que la suya, o al menos así lo afirmaba él, pues creía que su existir era miserable y tosca…
Estaba en el comedor leyendo, ya era casi medianoche, estaba tan envuelto en la lectura que no percibía el paso del tiempo… El reloj emitía el sonido de Click-clock; click-clock; click-clock….. Y el silencio era casi absoluto, demasiado acogedor para aquel buen joven.
Pues había tenido un día difícil, otro día más pensando en todo sin hacer absolutamente nada, planteando nuevas ideas para seguir adelante pero al final de todo siempre quedarse estancado.
Él era algo peculiar, casi indescifrable, pues tenía ideas tan originales como absurdas, casi nunca las expresaba, hablaba mucho pero se mantenía muy callado en esas cosas, las reservaba para sí pensando que era lo mejor que se podía hacer .