Mientras la escuchaba terminar de hablar solo podía pensar en una cosa:
Huir.
Quería huir de todo lo que sentía por ella. Habíamos pasado por tanto, tal vez el universo nos estaba dando una advertencia.
Ella me decía que tenía que decidir estar con ella o finalmente alejarme.
Era sencilla la respuesta, había que poner fin a este error.
Sin embargo, me encontré alargando mis brazos y apretándola contra mi pecho.
¿Por que el amor era tan incoherente?
Por qué pensaba una cosa y hacía una totalmente diferente por verla feliz.
Podía tener mil estrategias en mente y a la hora de enfrentarla, no llevaba ninguna a cabo.
-Ethan...-
La apreté más fuerte indicándole que se quedara callada.
Tenía que dejarla ir.
No quería.
Tenía miedo.
Jamás el miedo me había dejado tan paralizado .Normalmente usaba el miedo para impulsarme a alcanzar mis metas.
Claro, mis metas nunca habían sido tan importantes como Ella.
Mis metas nunca se habían sentido tan cálidas contra mi cuerpo.
Mis metas nunca se habían quedando días cuidándome en un frío hospital.
No podía seguir haciéndole eso. Le había dado señales confusas desde que la conocí, incluso en ese momento lo estaba haciendo.
Tenía que decir adiós.
Entonces ella se retiró de mí y con lágrimas en los ojos me dijo:
-Me estás dejando- Era una afirmación, no una pregunta.
Quería explicarle todas las razones por las que no debíamos estar juntos. Todas las cosas que había pensado una y mil veces todos esos días.
Las palabras no salieron.
Fue cuando me miró con aquellos ojos compasivos y llenos de ternura. Era increíble como Ella siempre entendía. Incluso cuando estaba poniendo fin a nuestra relación no podía evitar amarla.
-Está bien Ethan. Esta vez te creo, esta vez no te buscaré. Ni intentaré saber de ti. Me alejaré si es lo que quieres-
Sabía que mi rostro no reflejaba lo que sentía. Otra cosa era dentro de mi cabeza y corazón. Quería gritarle que se quedara, quería tantas cosas...
Hice una lista de las pocas cosas de las que estaba seguro.
¿Era un cobarde?
Si.
¿La amaba?
Más que a nada.
¿Qué me detenía?
El miedo, susurró una voz un poco más lejana en mi cabeza.
Fue cuando lo sentí.
Mi boca estaba seca, mis manos sudaban y mi corazón iba a salirse del pecho con solo intentar pensar en una oportunidad a nuestro amor.
Y entonces lo entendí.
No tenía miedo de lastimarla, después de todo, era lo que hacía continuamente.
No.
Tenía miedo de que ella me lastimara a mí.
Miedo de sentir que me pertenecía y que sin decir adiós me dejara.
Tenía miedo de volverme dependiente.
Tenía miedo de amarla.
Tenía miedo de que ella viera lo que era en realidad.
De quien era en realidad.
Ella se levantó y sin decir palabra alguna se fue de mi habitación.
No la detuve.
¿Qué podía ofrecer yo?
Cerré los ojos pensando en que era mejor seguir nuestros propios caminos.
Luego, vino a mi mente la imagen de ella casándose con otro.
Teniendo hijos con otro.
Siendo feliz con otro.
Un dolor incomparable se instaló en mi pecho.
Porque sabía que Ella podía ser feliz con cualquiera.
Pero yo no sería feliz con nadie que no fuera ella.
Me bastaron exactamente 5 minutos darme cuenta que estaba siendo un gran estupido.
Salté de la camilla de hospital quitándome todas las agujas de encima y corrí fuera de la habitación.
No pude encontrarla al salir y tardé algo en ubicarme. Mientras tanto, los sentimientos de culpa, confusión e impotencia me invadieron.
¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué la buscaba?
Por más que decía esas palabras en mi mente, mis pies corrían buscándola.
No podía dejarla ir.
Mi terror a estar sin ella era mayor al miedo que sentía al pensar que podía dejarme.
Porque no quería preocuparme más por el futuro. Quería sentir el presente.
Quería ser feliz.
No la veía. Tal vez ya era tarde.
Ella me había perdonado muchas cosas.
Yo solo la había decepcionado infinitas veces.
Pero podría compensarlo si tenía una oportunidad.
Mi miedo se hacía cada vez más grande.
Una vida sin Ella no era una vida.
Sería solo respirar de forma automática hasta el final de mis días.
Porque sí, debía admitirlo.
Sin Ella yo en realidad no vivía, solo existía.
Aunque no quería, ya era dependiente a ella.
Como dos corazones destinados a siempre encontrarse al final del camino, voltee para encontrarla parada justo detrás de mí.
No le di tiempo para hablar, no le di tiempo para gritarme por estar siempre tan equivocado. Solo comencé a explicarme:
-Te amo. Y la única razón por la que no te lo he dicho hasta ahora es por el pánico a perderte después de decir esas palabras. Sin embargo, es peor no tenerte-
La miré midiendo su reacción pero no había ninguna. Aunque sus ojos eran rojos (seguro por llorar) su mirada era impasible.
Continué:
-Prometo recompensarte cada uno de los míseros segundos que te hice sufrir si me das una oportunidad. Quería evitar ver tus ojos rojos de llorar como los tienes ahora. Quería evitar sufrimiento que creía innecesario. Pero, si el sufrimiento me lo causas tú lo recibo alegremente. Porque quiero estar contigo, dando todo por el todo-
Por primera vez desde que nos conocimos fue mi turno de esperar una respuesta de Ella. Fue mi turno de apostar por ella. Ahí parado con una bata de hospital en medio de un pasillo lleno de enfermeras que me pedían volver la habitación.
Yo solo la veía a Ella, yo solo la sentía a ella. Ella quién con lágrimas en los ojos negó con la cabeza.
Mi corazón se paralizó.
Después, comenzó a asentir y a llorar descontroladamente.
-¿Ella?- Pregunté inseguro.
Entonces, se lanzó a mis brazos.
La tomé en un beso profundo.
No hicieron falta las palabras.
Esa fue nuestra promesa silenciosa.
Esa que mantengo hasta el día de hoy.
Porque después de ese día y tal como prometí, recompensé cada una de sus lágrimas.
Todos los miedos se esfumaron.
Y aunque nuestra relación nunca ha sido perfecta.
Jamás me imaginé ser tan feliz.
Estoy tan locamente enamorado, que sé nunca podré alejarla de nuevo de mí.
Porque hemos hecho un nuevo trato, de estar juntos por y para siempre.
Y jamás pienso romperlo.
FIN.