Me despierto con el ruido del maldito despertador, maldigo mi vida, voy a la ducha y parece que salgo renovada, me abrigo, aviso a mis perretes y nos vamos a pasear. Vuelvo a casa y con todo el cariño del mundo despierto a mi peque, mientras el se asea y se prepara yo voy haciendo su desayuno .
Llego a casa y empiezo con la jornada de "Maruja" y noto como una nube gris cae sobre mi, el sentimiento de esta mañana -Maldigo mi vida. La semana ha sido tan dura que empiezo a creer que en este juego llamado vida las cartas que te han tocado no sean las adecuadas para jugar.
La tristeza y frustración se apodera de mi y me tumbó en el sofá en posición fetal y entonces me harto a llorar como una niña pequeña.
Suena el timbre y al otro lado de la puerta está el hombre más maravilloso y con la sonrisa más encantadora, ese hombre que hace que agradezca casa día que el destino nos haya juntado.
Comemos juntos y entre risas y besos el tiempo vuela y la tarde se pasa, ya es hora de recoger a mi peque del cole. Cuando llega me abraza muy contento y me regala un te quiero mamá que me da la vida. Llegamos a casa y vuelta a empezar parte de la jornada de "Maruja" la cena ,el baño, deberes, papeleo....
Mientras cenamos mi peque me va explicando lo que ha hecho durante el día, no lo escucho mucho porque la luz que desprende al hablar me tiene embelesada...es de otro mundo.
Ya ha acabado el día y me siento en el sofá me doy cuenta de que ya no hay tristeza. Es verdad que la vida es dura pero yo lo soy más.
Junto a mi camina gente estupenda que el destino puso en mi camino, gente que sonríen conmigo que son felices y conmigo y me ayudan a lograr mis objetivos.
Me voy a la cama con la sensación de que aunque las cartas no sean las adecuadas para jugar puedo cogerlas y hacerme un castillo de naipes y sabes que mañana será un gran día porqué mañana saldrá el Sol...aunque llueva.