No podía dejar de mirarlo.
Había pedido tantas veces al universo ver sus ojos abrirse de nuevo...
Verlo comer de nuevo...
Escucharlo hablarme de nuevo...
Que se sentía surrealista.
Cuando tienes tantas cosas que decir como yo en ese momento, simplemente las palabras no encuentran la forma de salir. Sentía un nudo en mi pecho y los nervios de volver a estar con él.
Además, estaba el miedo a ser rechazada de nuevo.
Sin embargo; sabía que para ser feliz el miedo era el inicio .
Así, llené mi pecho de orgullo. Orgullo por quien era, por lo que sentía... Satisfacción de ser la persona que era y sobretodo, amor hacia mí y el hombre que estaba a mi lado.
Después de verlo terminar de comer hablé:
-Ethan-
Me llenó con su mirada profunda y madura. Sentía la electricidad en el aire, era así cada vez que estábamos juntos. Era inevitable sentir la fuerte conexión entre nosotros.
-Ella- Dijo Él. Mi nombre en sus labios quitó todo atisbo de duda. Su voz era en tono cariñoso, amoroso, incluso protector.
Sonreí y aunque tenía muchas cosas que decir solo pude hacer una broma:
-Ves las cosas que pasan cuando te vas de mi lado. Casi mueres y peor, casi me matas a mi del susto. Esto es una señal-
El me sonrió de vuelta.
-En realidad detuve el auto para volver contigo y ahí tuve el accidente, así que si de señales hablamos...-
La sonrisa se borró de mi expresión. Una emoción que no pude reconocer de inmediato me invadió, alivio.
Entonces, por primera vez en mucho tiempo sentí su contacto. Con sus manos levantó mi barbilla y no pude evitar las lágrimas que se derramaron de mis ojos. Comencé a hablar apresuradamente:
-Terminé mi compromiso. He estado aquí cada día desde que ingresaste conteniendo la respiración, pensando si despertarías... Esperando...- Mi voz se cortó y comencé a temblar.
La adrenalina que había sentido esos días me había abandonado. Y el cansancio me invadió. Sentí frío, sentí todo lo que había evitado sentir esos días.
-Ella- Volvió a decir mi nombre.
Levanté la mirada que no sabía hasta ese momento que había bajado.
-Los doctores han dicho que estoy bien. No tienes nada que temer, puedes irte a casa. No debes sentirte culpable, sigue con tu vida...
Me estaba alejando otra vez.
-No me estás entendiendo- dije.
Me interrumpió.
-Entiendo que estás confundida. Entiendo que has decidido cuidarme por tu sentimiento de culpa, entiendo que no me amas y...-
Fue mi turno de interrumpir.
-¿Cómo puedes afirmar que no te amo?-
-¿Y CÓMO PUEDES TÚ AFIRMAR QUE ME AMAS?- Me respondió gritando.
Y así fue como el cansancio me abandonó, tragué saliva y dije cosas que llevaba tiempo acumulando. Abandoné el miedo e intenté dar un primer salto de fé en mi vida.
-Desde que te conocí he hecho lo que me has pedido. Ir a los sitios que tú has decidido, ocultar nuestra relación, incluso dije que no te amaba y acepté casarme con otro por ti.
Me detuve dos segundos a tomar aire y organizar mis siguientes palabras:
-¿Sabes qué ganamos con eso? Dos corazones rotos. No pienso actuar más de esa manera. Si me quieres es para estar conmigo, no para alejarme. Si me amas es para luchar, no para acobardarte. Así que aquí tienes un nuevo trato: Tú y yo contra el mundo. Sin temores, sin desilusiones, sin accidentes ni corazones rotos. Sé que no lo recuerdas, pero mientras estabas dormido te dije que lo único que quería era tu realidad, no una historia de fantasía como las que ocurren solo en los cuentos. Aún lo mantengo, te quiero a ti. Pero como un equipo. Si no quieres eso, podemos dejarlo aquí, lo entiendo-
Su respuesta fue inesperada.