Perforamos el desasosiego los meses de soledad con el primer beso.
El segundo se llevó la desgana de nuestras agendas.
En el tercero te nombré reina de mis estrofas.
Y en el cuarto nos lo dijimos todo, que nos iríamos conociendo:
Que te amaba desde siempre, que la felicidad nos esperaba bien doblado en los armarios del porvenir.