Cuando no hay nada más que destruir, sólo queda escribir. Pero que difícil es hacerlo, cuando la persona que tantas veces te inspiró, se va robándose tus ganas, tu impulso, tu motivación para hacerlo.
Y es que finalmente, logró tomar su decisión, apostó su última carta a una mentira de la cual formó su eterna realidad por miedo a salir de su vida cómoda y aparente .
Y así, aniquila su destino. Una montaña rusa dañada que deja oxidar, por miedo a montarse en ella. Renuncia a la adrenalina de la felicidad por no renunciar a su vida de confort, por no renunciar a la mentira que vive por no aceptar su realidad. Y seguirá mintiendo como profesión. A ella. Al mundo. A él mismo. Y un día, abrirá los ojos y comprenderá el error tan grande que cometió, cuando escogió el apego sobre el amor. Y para ese momento, su corazón estará tan fragmentado, que lamentará no haberse arriesgado en búsqueda de la felicidad.