En México, un hallazgo arqueológico reveló el esqueleto de una mujer que vivió hace 3.600 años, presentando una característica notable: sus dientes estaban adornados con incrustaciones de piedras preciosas como el jade y la turquesa, y su cráneo mostraba una deformación intencional.
Estas modificaciones corporales trascendían la mera ornamentación. En diversas culturas mesoamericanas, eran indicadores de posición social, identidad cultural y cánones de belleza idealizados .
Hoy, esta mandíbula ancestral nos ofrece una ventana a un pasado donde la estética, el simbolismo y el poder se manifestaban de forma tangible, grabados directamente en el cuerpo humano.