El Niño de Taung es el nombre que se le dio al cráneo fosilizado de un niño perteneciente a la especie Australopithecus africanus, descubierto en 1924 en una cantera de piedra caliza en Taung, Sudáfrica. Este hallazgo fue realizado por un trabajador local, pero fue el anatomista Raymond Dart quien lo estudió y lo identificó como una nueva especie de homínido .
Lo más revolucionario del Niño de Taung fue la evidencia de que caminaba erguido, como los humanos modernos. Esto se dedujo de la posición del foramen magnum (el orificio en la base del cráneo donde se une la médula espinal), que indicaba una postura bípeda. Sin embargo, su capacidad craneal era similar a la de un chimpancé, lo que desafiaba la creencia de la época: que el aumento del tamaño cerebral había sido el primer paso en la evolución humana. El descubrimiento sugería, en cambio, que el bipedalismo ocurrió antes.
Este fósil marcó un antes y un después en la historia de la paleoantropología. No solo fue el primer Australopithecus identificado, sino también el primer homínido descubierto en África, lo que impulsó nuevas expediciones científicas en ese continente. Con el tiempo, se encontraron más fósiles de especies similares, consolidando la idea de que África es la cuna de la humanidad. El Niño de Taung, aunque pequeño, fue clave para comenzar a comprender nuestros orígenes evolutivos.
Este descubrimiento fue de gran importancia para la paleoantropología por varias razones:
Fue el primer fósil de este género en ser descubierto, lo que significó un hito en la comprensión de la evolución humana.
El foramen magnum (el agujero en la base del cráneo por donde pasa la médula espinal) se encontraba en una posición que sugería que el niño de Taung caminaba erguido, un rasgo clave en la evolución de los homínidos.
Su descubrimiento en África apoyó la idea, que en ese momento era controvertida, de que el continente africano era la cuna de la humanidad.
A pesar de su importancia, la identificación de Raymond Dart de que el niño de Taung pertenecía a un ancestro humano fue inicialmente recibida con escepticismo por la comunidad científica. Sin embargo, descubrimientos posteriores de otros fósiles de Australopithecus confirmaron la relevancia del hallazgo de Taung en el estudio de la evolución humana.
Se estima que el niño de Taung vivió hace aproximadamente 2.5 millones de años y tenía alrededor de tres o cuatro años al morir. El cráneo presenta una mezcla de características simiescas y humanas, lo que lo convierte en un fósil crucial para entender la transición entre los primates y los humanos modernos.
Curiosamente, estudios posteriores sugieren que el niño de Taung pudo haber sido víctima de un águila, basándose en las marcas encontradas en el cráneo que son similares a las infligidas por estas aves rapaces a sus presas primates.