Nos dan asco, nos enferman y hasta invaden nuestros hogares sin permiso. Mosquitos, cucarachas y ratas: los tres grandes indeseables del reino animal .
Empecemos con los mosquitos. A pesar de su diminuto tamaño, son responsables de alrededor de 700 mil muertes cada año. Malaria, dengue, fiebre amarilla, zika y más son parte del oscuro repertorio que estos insectos pueden transmitir. A simple vista, exterminarlos suena como una gran victoria para la humanidad. Y de hecho, la ciencia ya trabaja en ello. En países como Singapur, Islas Caimán o Australia se han liberado mosquitos modificados genéticamente para frenar su reproducción o volverlos inofensivos para la salud humana.
Pero incluso estos avances tienen su lado inquietante. ¿Qué pasaría si mutan? ¿Y si una modificación contra un virus los hace más vulnerables a otro? Además, hay un factor inesperado: los mosquitos son uno de los principales obstáculos para la deforestación de la selva amazónica. Sin ellos, los destructores del ambiente tendrían vía libre.
Ahora, hablemos de las cucarachas. A nadie le gusta encontrarse con una de noche, mucho menos si vuela. Pero lo cierto es que son parte clave del ecosistema urbano. Ayudan a descomponer basura y excremento, enriquecen el suelo con nitrógeno, y sirven de alimento para aves, mamíferos y hasta una extraña avispa que las convierte en zombis vivientes para alimentar a sus larvas. Incluso, su biología podría inspirar nuevos antibióticos. Deshacernos de ellas no solo sería casi imposible (llevan más de 300 millones de años aquí), sino contraproducente.
¿Y las ratas? Las odiamos por razones bastante válidas: contaminan alimentos, dañan estructuras, propagan enfermedades y se reproducen como si no hubiera un mañana. Pero también tienen su utilidad: olfato ultra preciso, capacidad de detectar minas y sobrevivientes en desastres, e incluso muestran comportamientos de empatía. Algunos lugares, como Alberta en Canadá, han logrado controlarlas sin exterminarlas por completo, usando métodos no invasivos y sostenibles.
En el fondo, la pregunta no es solo si podríamos eliminarlas, sino si deberíamos hacerlo. Estos animales han prosperado gracias a nuestro mal manejo ambiental. Les dimos refugio, comida y condiciones ideales para reproducirse. Antes de culparlas por invadir nuestros espacios, vale la pena mirar lo que hemos hecho con los suyos.
Porque al final, el ecosistema es como una torre de piezas delicadas. Quitar una puede parecer una solución… hasta que todo se derrumba.