A lo largo de la vida, todos hemos experimentado ese sentimiento de insuficiencia. Esa sensación de que, por más que lo intentemos, nunca alcanzamos lo que creemos que se espera de nosotros .
Lo primero que debemos preguntarnos es: ¿qué significa ser suficiente para ti? Muchas veces, corremos sin rumbo, persiguiendo metas que ni siquiera sabemos si son nuestras. Nos embarcamos en una carrera interminable, donde la línea de meta parece siempre alejarse más y más, sin importar cuán rápido o lejos corramos. La clave está en identificar qué queremos realmente alcanzar. Si no tienes claro a dónde quieres llegar, es fácil sentirse perdido.
Una herramienta poderosa que me ayuda a visualizar lo que quiero lograr es imaginar cómo sería mi día perfecto. ¿Dónde me despertaría? ¿Con quién estaría? ¿Qué actividades estaría haciendo? Este ejercicio no solo me da claridad, sino que también me muestra que, poco a poco, ya estoy logrando muchas de esas cosas que imaginé. Tal vez el lugar donde vivo ha comenzado a parecerse más a lo que soñé, o las personas que me rodean son las que siempre quise tener cerca. Esas pequeñas victorias son señales de que ya estoy en el camino, aunque a veces no lo note.
Es fundamental reconocer que somos suficientes tal y como somos, incluso cuando sentimos que estamos incompletos. Cada día aportamos algo al mundo, aunque sea de maneras pequeñas. No necesitamos hacer algo extraordinario cada día para validarnos. Lo que importa es la intención, el esfuerzo y la conciencia de que estamos creciendo, aunque sea en pasos pequeños.
Y luego, está el desafío de las expectativas ajenas. ¿Cuántas veces has sentido que necesitas cumplir con los sueños y expectativas de los demás? Pero aquí va un recordatorio crucial: tus sueños son solo tuyos. No de tus padres, tu pareja, tus amigos ni tus compañeros de trabajo. Si te dejas guiar por lo que los demás esperan de ti, caerás en un vacío constante, porque nunca podrás satisfacer a todo el mundo. Aprende a escuchar tu voz interior y persigue lo que realmente deseas.
El simple hecho de levantarte, dar lo mejor de ti y ser tú mismo es suficiente. No necesitas ser perfecto, no necesitas tener todas las respuestas. Solo necesitas ser genuino, seguir tu propio camino y aceptar que, con todo y tus imperfecciones, ya eres suficiente.