El poder invisible de las creencias
18 Abr, 2025
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¿Por qué creemos lo que creemos? ¿Qué papel juegan esas ideas que asumimos como verdades, aun cuando no podemos probarlas? Las creencias, lejos de ser un mero residuo cultural o una costumbre sin fundamento, son uno de los motores más profundos de la conducta humana. Y no, no se limitan solo a las religiones o supersticiones: todos, incluso los más racionales, navegamos la vida guiados por ellas.


Una creencia no necesita pruebas absolutas para influir .

Basta con que la consideremos confiable o, al menos, posible. De hecho, los conocimientos que aceptamos como ciertos son también, en muchos casos, creencias altamente confiables. Así, lo que creemos configura nuestra forma de entender el mundo, de actuar en él y de relacionarnos con los demás.


Existen distintos tipos de creencias. Algunas son simples suposiciones sobre el mundo —como pensar que tu equipo ganará el campeonato o que existe vida fuera de la Tierra—, mientras que otras están ancladas en una confianza profunda, como creer en una persona, en una divinidad o en la humanidad misma. Estas últimas pueden tener un impacto muy positivo en nuestra vida.


Estudios recientes han encontrado que las personas con creencias espirituales tienden a experimentar mayor bienestar emocional, mejor salud física y una vida social más rica. Las creencias pueden reducir el estrés, disminuir la ansiedad y generar un sentido de propósito que se vuelve vital en tiempos difíciles. Además, ayudan a construir comunidades cohesionadas, con redes de apoyo que son clave para la salud mental y física. Incluso, hay investigaciones que asocian la espiritualidad con una mayor longevidad.


Pero este poder no está exento de riesgos. Las creencias también pueden marginar a quienes piensan diferente, imponer normas innecesarias y fomentar actitudes egoístas o incluso violentas. El fanatismo, cuando se cierra al diálogo y al pensamiento crítico, puede conducir a algunas de las peores catástrofes sociales.


Por eso es importante revisar nuestras creencias, no para destruirlas, sino para comprender su impacto. Porque también existen formas de espiritualidad no religiosas: el asombro ante la ciencia, la belleza de la naturaleza, el sentido de conexión con el universo. Einstein y Carl Sagan hablaban de una espiritualidad compatible con la razón, una que nos invita a ser parte activa en la creación de un mundo mejor.


Creer no es lo opuesto a pensar. Al contrario, podemos y debemos pensar sobre lo que creemos. Examinar nuestras ideas más profundas, confrontarlas con la razón y también con la emoción, puede ser un camino hacia una vida más coherente, solidaria y significativa.

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