En nuestra sociedad, convivimos con una parte de la población que parece diferente. Son personas que carecen de empatía y que tienden a actuar de manera egoísta, sin considerar el bienestar de los demás .
Para entender por qué esto ocurre, es necesario explorar un concepto fundamental en biología: el altruismo. Este término se refiere al acto de sacrificarse por el bienestar de los demás, a menudo sin recibir nada a cambio, lo que parece ir en contra de la supervivencia personal. Aunque en un principio parece algo negativo para el individuo, el altruismo ha sido clave para el desarrollo de las sociedades humanas, ya que permite a los grupos funcionar de manera cooperativa.
Pero, ¿qué sucede cuando las personas egoístas, como los psicópatas, invaden este sistema de generosidad? Aquí es donde entra en juego un fenómeno biológico conocido como la "paradoja del altruismo". Este concepto sugiere que, aunque el altruismo beneficia a la sociedad, las personas egoístas pueden, en algunos casos, tener más descendencia, ya que no están dispuestas a sacrificar sus propios recursos en beneficio de otros. A lo largo de varias generaciones, esto puede llevar a que los altruistas sean reemplazados por personas egoístas, creando un desequilibrio.
Para contrarrestar esta amenaza, existen tres mecanismos que mantienen el altruismo a flote en las sociedades humanas. El primero es el altruismo recíproco directo, donde un individuo realiza un favor con la expectativa de que el otro lo devuelva. Los psicópatas, al ser muy conscientes de este intercambio, tienden a actuar de manera que no desaten sospechas, aunque sus intenciones no sean genuinas.
El segundo mecanismo es el altruismo recíproco indirecto, que implica realizar un favor con la esperanza de que, en el futuro, alguien más devuelva el favor. Aquí, los psicópatas pueden intentar manipular su imagen, pero el riesgo de ser desenmascarados es mayor. El prestigio social juega un papel crucial en este tipo de altruismo, ya que las personas egoístas deben mantener una apariencia de generosidad para asegurar que no sean rechazadas o excluidas de la red de apoyo social.
Finalmente, el altruismo por selección de parentesco sugiere que las personas tienden a ser más altruistas con sus familiares cercanos, ya que al ayudar a sus parientes, indirectamente están favoreciendo la supervivencia de sus propios genes. Aunque los psicópatas pueden explotar esta relación, es más difícil para ellos esconder su falta de altruismo en este contexto.
El 10% de psicópatas en la población humana parece ser el equilibrio perfecto, ya que ni el 100% de altruistas ni el 50% de egoístas serían viables evolutivamente. El altruismo debe existir en una proporción adecuada para que las sociedades sigan siendo estables, lo que nos lleva a la pregunta: ¿pueden las sociedades humanas seguir siendo altruistas a pesar de la presencia de los psicópatas?
Es un tema fascinante y complejo, pero lo que está claro es que el altruismo sigue siendo esencial para la cooperación humana. Aunque los psicópatas estén presentes, las sociedades tienen mecanismos para contrarrestarlos y mantener el equilibrio. La clave está en reconocer su presencia y actuar con inteligencia para preservar lo que hace única a nuestra especie: la capacidad de cuidar unos de otros.