La Biblia es uno de los textos más leídos, estudiados y discutidos de toda la historia. Pero… ¿alguna vez te has preguntado quién la escribió realmente? Aunque muchas personas la consideran como un mensaje directo de Dios, lo cierto es que su origen es muchísimo más complejo, diverso y fascinante de lo que solemos imaginar.
Primero hay que entender que la Biblia no es un libro, sino una colección de libros .
Lo más sorprendente es que esta obra no fue escrita en un solo periodo ni por una sola persona. El proceso de creación de la Biblia tomó alrededor de mil años. Sus textos fueron redactados en diferentes épocas, idiomas y contextos culturales. Algunos fueron escritos por individuos identificables; otros, por comunidades enteras o por escuelas de pensamiento que trabajaron durante siglos.
Por ejemplo, la parte más antigua del Antiguo Testamento —la Torá o Pentateuco— agrupa cinco libros: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Estos textos se originaron en tradiciones orales de distintas tribus del antiguo Israel, y fueron escritos en distintas etapas entre el siglo X y el V a.C. En ellos se mezclan mitos, leyes, rituales y enseñanzas provenientes de diferentes regiones y épocas. Por eso es común encontrar versiones distintas de un mismo relato, nombres diferentes para Dios (Yahvé y Elohim), y estilos variados en un solo libro.
A muchos de estos libros se les asignó una autoría tradicional: Moisés, Josué, Samuel, David, Salomón… pero los análisis lingüísticos e históricos sugieren que la mayoría fueron obra colectiva, con múltiples revisiones, correcciones y añadidos a lo largo del tiempo. Incluso textos como Isaías o los Salmos tienen capas superpuestas de diferentes siglos.
En el Nuevo Testamento la historia no es menos intrigante. Jesús, por ejemplo, nunca escribió nada. Sus enseñanzas fueron transmitidas oralmente por sus seguidores hasta que, décadas después de su muerte, comenzaron a escribirse. El primero de los evangelios, el de Marcos, apareció alrededor del año 70 d.C. y sirvió de base para Mateo y Lucas. Juan, el más diferente de los cuatro, tiene un tono mucho más simbólico y místico, probablemente inspirado en otros textos hoy perdidos.
Las famosas cartas de Pablo —quien nunca conoció a Jesús en vida— fueron fundamentales para dar forma al pensamiento cristiano temprano. Sus ideas, influidas por su formación judía y griega, marcaron la base de muchas doctrinas actuales. Pero incluso entre los evangelios y las epístolas hay contradicciones, diferencias de estilo, y debates sobre la autoría real.
La Biblia fue escrita en hebreo, arameo y griego, y luego traducida y retraducida muchas veces. Durante ese largo proceso, algunos libros se perdieron, otros se añadieron, y el orden o contenido se ajustó según decisiones políticas, teológicas o culturales. No fue sino hasta el siglo IV que se empezó a definir qué libros formarían el canon cristiano oficial, y ni siquiera entonces hubo consenso total: las diferencias entre iglesias siguen hasta hoy.
Entonces… ¿quién escribió la Biblia? La respuesta más honesta es: muchas personas, durante muchos siglos, con voces diversas, intenciones distintas y contextos cambiantes. Más que un único mensaje divino, lo que encontramos es el testimonio de generaciones enteras tratando de entender lo divino desde sus propias vivencias.
Y tal vez eso sea precisamente lo que la hace tan poderosa: no es una voz única, sino una conversación milenaria que todavía resuena con preguntas, misterios y significados.