A veces, sin darnos cuenta, nos convertimos en el refugio de otros... olvidando construir uno para nosotros mismos. Siempre he creído en la importancia de la empatía, en ser una persona que escucha, apoya y está ahí para quienes lo necesitan. Pero, al mismo tiempo, me he dado cuenta de que, al dar demasiado, me estaba olvidando de mí misma. A lo largo de los años, he aprendido que, aunque la generosidad es una virtud que todos valoramos, es igualmente vital encontrar el equilibrio entre cuidar de los demás y cuidar de mí misma. Este es un camino de autocomprensión y de poner límites saludables, que no significa cerrar el corazón, sino proteger mi bienestar emocional. En ocasiones, me he sentido vulnerable, como si darme por completo a los demás me dejara sin nada para mí. He aprendido, poco a poco, que el verdadero autocuidado emocional no solo está en lo que hago por mí, sino también en reconocer cuándo es el momento de decir “no” y cuidar mi paz interior. Esto no me hace menos compasiva, sino más fuerte y capaz de seguir siendo auténtica. Hoy entiendo que, al cuidar de mi propia salud emocional, soy capaz de ser una mejor amiga, madre, hija o compañera. Mi bienestar no debe depender de ser siempre quien da, sino de encontrar un equilibrio que me permita también recibir, descansar y crecer. Este es mi viaje hacia el autocuidado emocional… y aún sigo aprendiendo, paso a paso. ¿Alguna vez has sentido que dabas tanto a los demás que te olvidabas de ti?