Sentimiento de inutilidad o desconexión
En los primeros días tras el nacimiento, la madre suele estar en el centro de atención por el vínculo biológico con el bebé, especialmente si hay lactancia. Esto puede dejar al padre en un segundo plano, generando una sensación de desconexión .
Estrés por la nueva presión financiera
El nacimiento de un hijo conlleva un incremento importante en los gastos: pañales, ropa, comida, cuidado médico, entre otros. Aunque esto se espera, lo que no se discute tanto es el impacto emocional que tiene la responsabilidad financiera en los padres. Muchos sienten que deben ser el principal sostén económico, lo que genera ansiedad, insomnio o pensamientos obsesivos sobre el futuro económico del hogar.
Cambios en la relación de pareja
El equilibrio romántico cambia. La falta de sueño, el cansancio, la distribución de tareas y la nueva rutina afectan directamente la comunicación y la intimidad. Las discusiones pueden aumentar, y si no se gestiona con empatía, puede surgir una distancia emocional. Es común que los padres se sientan solos en el proceso, incluso estando acompañados, si no hay espacio para hablar de sus propias emociones.
Miedo a no ser un buen padre
Muchos hombres cargan con la idea de ser proveedores y protectores, pero también quieren ser emocionalmente presentes. Sin embargo, la falta de referentes o de educación emocional hace que se pregunten si lo están haciendo bien. Este miedo suele mantenerse en silencio por presión social o por el temor de parecer débiles, pero puede minar la seguridad y afectar su forma de involucrarse.
Agotamiento físico y emocional
Aunque la atención se enfoca en la madre, los padres también atraviesan una montaña rusa emocional y física. Duermen menos, tienen que estar disponibles para tareas del hogar, el trabajo, y ser apoyo emocional para su pareja. Todo eso sin una red de contención clara y, en muchos casos, sin permiso para expresar que también se sienten agotados o confundidos.