Fatiga constante
Si te sientes sin energía todo el día, incluso después de haber dormido lo suficiente, puede que no estés comiendo lo necesario. Tu cuerpo necesita una cantidad mínima de calorías para mantener las funciones básicas como respirar, pensar y moverse .
Hambre y antojos incontrolables
Cuando estás en un déficit calórico extremo, tu cuerpo activa mecanismos de supervivencia. Uno de ellos es el aumento del hambre, especialmente por alimentos ricos en azúcares y grasas. Es una forma urgente del cuerpo de obtener energía rápida. Esto puede derivar en atracones o en una relación poco saludable con la comida, donde se alternan fases de restricción con impulsos incontrolables.
Pérdida de masa muscular
Si no comes lo suficiente, tu cuerpo no solo pierde grasa, también recurre al músculo como fuente de energía. Esto afecta negativamente a tu fuerza, resistencia, y metabolismo, ya que el músculo es metabólicamente activo. A largo plazo, perder masa muscular también hace que quemes menos calorías en reposo, dificultando aún más la pérdida de grasa o el mantenimiento del peso.
Metabolismo lento y frío corporal
Uno de los efectos del déficit calórico prolongado es la ralentización del metabolismo. Esto se traduce en una menor temperatura corporal, manos y pies fríos, piel pálida, y una sensación general de lentitud. El cuerpo reduce su gasto energético para protegerse y mantener los órganos vitales, sacrificando otras funciones no esenciales.
Estancamiento en la pérdida de grasa
Paradójicamente, comer muy poco puede impedir que pierdas grasa. Al entrar en un estado de “modo supervivencia”, el cuerpo comienza a retener la grasa como medida de emergencia. Además, los niveles hormonales (como la leptina y la grelina) se alteran, afectando el apetito, el metabolismo y la capacidad de quemar grasa de forma eficiente. Esto lleva al temido estancamiento, incluso si llevas semanas "comiendo bien" o entrenando.