Hablar abiertamente sobre salud mental es una necesidad urgente en nuestra sociedad. Durante años, el tema ha estado envuelto en silencio, prejuicios y desinformación .
Se ha considerado un tabú, algo que debía ocultarse o tratarse en privado por vergüenza, miedo o desconocimiento. Sin embargo, cada vez es más claro que el bienestar emocional debe ocupar un lugar central en nuestras conversaciones diarias.
Cuando callamos sobre lo que sentimos, cuando fingimos estar bien mientras estamos al borde del colapso, estamos alimentando una cultura del aislamiento. Muchas personas sufren en silencio porque temen ser juzgadas, tildadas de "débiles", "dramáticas" o "locas". Este estigma no solo impide que quienes lo necesitan pidan ayuda, sino que perpetúa la idea errónea de que lidiar con la ansiedad, la depresión o cualquier trastorno mental es motivo de vergüenza.
Normalizar el cuidado emocional empieza con algo tan simple como atrevernos a decir "no estoy bien" sin sentir culpa. Es aprender a validar nuestras emociones, a aceptar que sentir miedo, tristeza o agotamiento no nos hace menos capaces, sino más humanos. Y también implica crear espacios seguros donde otros puedan abrirse sin temor a ser rechazados.
Romper el estigma no solo beneficia a quienes ya enfrentan una lucha interna, también previene. Cuando hablamos de salud mental con naturalidad, enseñamos a las nuevas generaciones que cuidarse por dentro es tan importante como cuidarse por fuera. Les damos permiso para pedir ayuda, para expresarse, para sanar.
Las palabras tienen poder. Cuando compartimos nuestras experiencias, no solo nos liberamos, también le damos fuerza a otros. Hacerlo no es debilidad, es valentía. Porque cuando uno se atreve a hablar, otros se atreven a escuchar, a entender y, finalmente, a sanar.