El mar guarda secretos que nunca hemos sido capaces de comprender, historias no contadas que se pierden entre sus olas, esas que rompen suavemente en la orilla, o las que se levantan con fuerza, como si quisieran gritar algo que se nos escapa.
Tú lo sabes bien, cada vez que te acercas a su vasto horizonte, alzas la mirada hacia su extensión infinita, te llenas de la sensación de lo pequeño que eres, de lo insignificante que te parece tu existencia en ese vasto universo de agua y sal.
Recuerdas ese suspiro que dejaste escapar la última vez que te detuviste frente a él, con la mente nublada y el corazón lleno de pensamientos que se entrelazan con el murmullo de las olas.
En ese instante, todo parecía diluirse, las preocupaciones, los miedos, incluso el tiempo, se disolvieron con cada ola que llegaba, como si el mar pudiera cargar con ellos por ti.
¿Cuántas veces has ido al mar buscando consuelo sin darte cuenta de lo que te ofrece?
El mar es un guardián silencioso, un confidente eterno que ha estado a tu lado desde siempre, escuchando cada pensamiento, cada tristeza, cada alegría fugaz que has dejado caer sobre él.
Y, sin embargo, poco lo valoramos, sin darnos cuenta de cuán profundo llega a tocar nuestra alma.
El mar, que nunca se cansa, que nunca deja de existir, se convierte en un espejo donde te ves, donde descubres las sombras de lo que callas, de lo que no dices.
A veces, al mirarlo, encuentras una paz momentánea, una calma que parece decirte que todo está bien, aunque tú sepas que la tormenta sigue dentro de ti.
Pero es precisamente esa quietud, esa profundidad, lo que el mar guarda para ti:
Espacio donde las emociones se pueden liberar, donde las historias no contadas pueden encontrar su lugar.
Lo que nunca hemos sabido es que, al mismo tiempo que tú buscas respuestas en él, el mar también te observa, con su sabiduría infinita, enseñándote sin hablar, solo mostrándote lo que eres y lo que puedes llegar a ser.
Quizá el mar guarda la llave para entendernos a nosotros mismos, para dejarnos ser y sentir sin juicios.
Tal vez no hemos aprendido aún a escuchar su murmullo, a apreciar su calma y su tormenta por igual.
Pero el mar está ahí, esperando, como un fiel compañero, dispuesto a enseñarte más de lo que imaginas, porque el mar siempre ha estado contigo, incluso en los momentos en los que no te dabas cuenta de lo que te ofrecía.