En el corazón palpitante del barrio de La Boca, donde el Riachuelo besa la ciudad y el aire se carga de la brisa marina, se encuentra la Plaza Solís. Un lugar humilde, testigo silencioso de los primeros pasos de una pasión que trascendería fronteras y generaciones.
Allí, en el otoño de 1905, un grupo de jóvenes, hijos de la tierra genovesa, lugar del cual proviene el apodo “Xeneize”, se reunieron con un anhelo compartido: crear un club de fútbol que representara el carácter inquebrantable de su barrio.
Entre charlas apasionadas y la promesa de un futuro glorioso, nació el Club Atlético Boca Juniors .
La Plaza Solís, con sus adoquines y su aire nostálgico, se convirtió en la cuna de la creación xeneize, el lugar donde la pasión se transformó en leyenda.
Esteban Baglietto, Alfredo Scarpatti, Santiago Sana y los hermanos Farenga, entre otros, tejieron los primeros hilos de una historia que se escribiría con letras de oro en el fútbol argentino y también en el mundial.
Desde aquellos humildes comienzos, Boca Juniors creció como un gigante, alimentado por el amor incondicional de su gente y la entrega de sus jugadores.
La Plaza Solís, aunque modesta en tamaño, guarda en su memoria el eco de aquellos primeros sueños, el origen de una pasión que late con fuerza en cada rincón del planeta. Y es que, en cada gol, en cada bandera flameante, en cada corazón xeneize, resuena el eco de aquel grito fundacional, el legado de aquellos jóvenes que, en una plaza, a pocas cuadras de lo que hoy llamamos “La Bombonera”, dieron vida a una leyenda que hasta el sol de hoy trasciende. Una historia que logró cautivarnos con sus tonos azules y dorados, todo el resto, tal como lo conocemos, ya es historia.
De plaza Solís, al corazón de cada hincha, en cada parte del mundo.