Dejar ir es un proceso que requiere valentía porque, cuando decidimos hacerlo, es muy frecuente que sintamos miedo y culpa. Pese a que hagamos una evaluación del apego, también podemos estar inseguros de la decisión que acabamos de tomar .
Beltrán Ruiz indicó que, en este contexto, “dejar ir duele porque vas trazando un proyecto con la persona y, de repente, te das cuenta de que como pareja ya no se va en el mismo camino, a pesar de que hay cariño o amor. Habrá otros casos donde ya hay más conflictos que amor, pero ni siquiera en ese escenario es fácil la acción de desprenderse, porque, conforme va caminando la relación, vamos dejando algo de nosotros en la otra persona y viceversa”.
En caso de que ya no queramos que una persona siga en nuestra vida, será necesario decírselo de manera honesta, pero con tacto; explicarle los motivos y mantenernos firmes en la decisión. Pero, sobre todo, deberá primar el respeto a tus ideales y a los de la otra persona. Por ejemplo, si tu pareja no quiere tener hijos, por mucho amor que exista, no la puedes obligar a cambiar su posición, y viceversa. En una relación de pareja o amistad nadie debe sentirse obligado a hacer lo que no quiere por complacer al otro.