La amiganza siempre será una atadura invisibilizada que unifica los sentimientos, como si fuese la luminiscencia que reluce incluso sobre la negrura, un cobijo mientras tu mente pasa por un tormento.

Ahora desconozco las distancias a destiempo, porque su naturaleza emana entre las noches, las mañanas y la tesitura. Ante todo la complacencia que armoniza sin desesperar algo de vuelta, una promesa prudente entre dos cuerpos que se prefieren sin carencia de palabrerías. 

Amigables son aquellos humanos que oyen cuando el universo aparenta sordez, que  festejan nuestros éxitos ya que saben el esfuerzo superado en el pasado y presente, incluso honran los derroteros, para alargar el brazo y obsequiar ayuda con el fin de alzar tras la caída.

Las amistades son quienes comprenden nuestra mudez, quienes averiguan sobre nuestras heridas cicatrizadas, incluso a pesar de todas aquellas personas que permanecen a tu lado.

El afecto del compañerismo evita el miedo entre evidencias de la aventura; aunque cuando razonamos de los diferente, se vivifica mediante cada incitación .El aliado amistoso nos alecciona con el motivo de sonreír, ahora que la viveza contrabalancea mientras descubre la beldad en la rareza del instante.

Hasta que son vestigios de nuestra personalidad tolerante y pertinaz, pero jamás desconfían de la lealtad. Incluso era quien rememoraba nuestra importancia después de la incertidumbre entre nosotros, y quienes nos avivan a andar hacia la mejoría por las consecuencias de confundir el camino.

Los amigos/as no se definen por inconmensurabilidad y aún menos por la multitud de experiencias vividas, quizá se vigoriza desde la intensidad por cada circunstancia. Entre otras situaciones, un viandante amistoso puede apresurarse de manera repentina y cambiar para ser una composición de nuestra memoria.

Otros raramente, aunque los años suceden sin admiración o los kilómetros nos distancien, siempre durarán entre recuerdos tantas veces como huidas sin remordimiento.

Siempre serán las amistades una acogida fuera del escondrijo,  la certidumbre donde aguarda la constancia para ser nosotros sin tapujos, ni pavor al prejuicio. No existen máscaras ni envoltorios, solamente la integridad de unas relaciones formadas con credulidad, educación y apego.

En resumen, las relaciones de amistad se atesoran de manera inconmensurable, es una fortaleza vivificativa y nos enaltece el ánimo.