La enferma de Montecillo, la mujer que vivía del aire.
Amalia Baranda nace en 1896 en Quintana de los Prados en Burgos pero a los 13 años se traslada a Montecillo donde vive tranquila algún tiempo hasta que algo cambia en su interior.
Su calvario empieza en 1918, cuando cumple 22 años. Por razones que se desconocen su cuerpo comienza a rechazar todo tipo de alimento, la simple visión de la comida la revuelve, ni si quiera puede beber agua.
Comulgaba dos veces a la semana y rezaba todos los días .
Tenía 22 años cuando le atacaron unos mareos que fueron preludio de vómitos sanguíneos, espasmos y calambres. La medicina de la época no se preocupaba demasiado ni de las mujeres ni de las sirvientas y la despacharon con el despectivo diagnóstico de "histerismo". Los nervios le hacían expulsar la comida y el agua, así opinaban los galenos, convencidos de su diagnóstico al comprobar que simplemente la vista de los alimentos le trastornaba.
Rígida, dolorida y sufriendo espasmos, su condición se deteriora y el médico del pueblo se ve forzado a reconocer que no puede hacer nada más por Amalia. Recomienda a la familia que se prepare para ver cómo consume sus días y deja este mundo entre dolores. Estaba tan delgada que se podía tocar su columna a través del abdomen. La debilidad es tan extrema que no puede ni moverse de la cama, además sufre espasmos y se retuerce de dolor, pero lo curioso es que la cara la tenía muy fresca.
Fueron llegando los médicos que quisieron examinarla para determinar de qué estaba viviendo su cuerpo si no se consumía a sí mismo ni admitía ninguna comida. Ningún diagnóstico acertó el mal, por lo que enseguida llegó la sospecha de fraude. Varios médicos y sus ayudantes se propusieron desenmascarar un supuesto engaño que creyeron urdido por la joven y su familia. Se fueron turnando a los pies de su cama, en su habitación de la casa familiar de Montecillo de Montija en turnos de seis horas. Una tortura para los vigilantes y un desprecio para la enferma que simplemente yacía boca arriba en su cama, sufriendo un mal que se ponía en duda. Amalia superó la prueba, pero no así los médicos y sus ayudantes. Se comprobó que la joven no había recibido asistencia de la familia que pudiera alimentarla de alguna manera para mantener el engaño. No había tal. Amalia pasaba los días sin comer y su cuerpo seguía viviendo. Sano, pero herido de muerte.
Algunos médicos, respirando durante horas el mismo aire que alimentaba a la joven, enfermaron.
Se le hicieron análisis y se comprobó que su sangre era rica en oxígeno como si, efectivamente, viviera del aire. Su orina era fuertemente acética, pero nada más explicaba porqué vivía si no comía absolutamente nada. Se hizo guardia junto a su cama durante 17 días en los que lo único que consumió fue la Comunión y se documentó lo ya sabido. En un momento de su enfermedad, un cirujano llegó a abrirle el abdomen y lo único que encontró fueron multitud de úlceras pero ninguna otra explicación.
Su salud mental era buena, pero no comía. Sin embargo, Amalia era una joven triste, apenada, cargando sobre los hombros una pesada penitencia.
En 1936, fallece en Espinosa de los Monteros, en la casa de su último médico donde se había mudado al comenzar la guerra civil. Fue un 21 de septiembre, tras recibir la extremaunción. Habían pasado 18 años y medio de inanición La enferma de Montijo. Vivir del aire
Amalia Baranda vivió sus últimos 18 años sin ingerir ningún alimento / Ningún médico, ninguna prueba pudo explicar cómo su fe la mantuvo con vida y sufrimientos…