LOS “SOUVENIRS” DE NAPOLEÓN.
Mientras Napoleón, le decía al Papa Pío VI, que su intención era no ser tenido como un destructor de la Santa Sede, se hacía de unos preciados “souvenirs”, como lo reconocería ante sus soldados en el Cuartel general de Bassano.
Así, se iría enriqueciendo el Museo Napoleón, hoy conocido como el Museo del Louvre, al menos por un tiempo, ya que muchas obras regresarían a sus países de origen, tras la caída de Bonaparte.
De hecho, cada tratado de Bonaparte, contenía casi siempre, clausulas referentes a la entrega de obras culturales por parte de los vencidos, además de metálico y territorios.
Pero en Italia, específicamente, “el saqueo cultural” fue mucho más organizado, al punto de formarse una Comisión Especial, designándose eruditos y artistas especializados para elegir las obras a llevarse.
Ya no se trataba de llevarse algunas obras o esculturas como en Bélgica, Alemania etc. Aunque, a decir verdad, en Bélgica, Napoleón se llevaría nada menos que la escultura: “La Madonna y el niño”, conocida también como “La Madonna de Brujas”, esculpida por Miguel Ángel Buonarroti, que hoy se halla en la Iglesia de Nuestra Señora de la ciudad de Brujas.
Este tipo de conducta, comenzó en Francia luego de la revolución, con la excusa de que “el arte era para todos…”, aunque les faltó agregar “para todos.. .
El traslado de las obras de arte requisadas a París, también gozó de la anuencia del Directorio: “El Directorio está persuadido, ciudadano general, que consideráis las glorias de las Bellas Artes como asociadas a las de los ejércitos que mandáis… Ha llegado la hora de que las riquezas artísticas y la cultura de Italia pasen a Francia para fortalecer y embellecer el reino de la libertad. El Museo Nacional (Louvre) debe contener los monumentos más célebres de todas las artes. Esta campaña de la República en pro de la paz debe reparar los destrozos causados a Francia por el vandalismo de la invasión extranjera” (7 de mayo de 1796) (359)
Sin duda, este “modus operandi” alcanzó su apogeo en la era napoleónica; sino pregúntenselo al “Apolo de Belvedere”,” al busto de Bruto” al “Gálata” o “Galo Moribundo”, que se fueron de visita al Louvre de París, por unos años, para luego regresar a las salas de los museos del Vaticano y Capitolinos de Roma.
En febrero, el Papa Pío VI, mandará al cardenal Alessandro Mattei al cuartel general de Tolentino, para acordar la paz con los franceses.
La presencia de Napoleón y sus tropas, en los territorios pontificios, acelerarán la firma del nuevo pacto.
En el tratado de Tolentino del 19 de febrero de 1797, el Papa, cedería Aviñón, el condado de Venaissin y las legaciones de Romaña, Ferrara y Bolonia a Francia, les cerraba a los ingleses los puertos; además se comprometía a pagar una suma de dinero, y también a entregarle a Napoleón varias obras de arte.
Stendhal, endiosará las victorias de Napoleón en los campos de Montenotte, de Arcola y de Rivoli. Y lo mostrará como indulgente con el Papa Pío VI al conformarse con la firma del tratado de Tolentino, con cien cuadros y algunas estatuas…
Aunque aquí, nadie era “santo”, ya que Pío VI, había apoyado subrepticiamente, a la coalición contra Francia, como buen opositor acérrimo a la revolución francesa. Napoleón decía que Pío VI era un viejo zorro…
Por ello, cuando el Papa duda en firmar las condiciones del tratado, lo apura y le indica que no se trata de una paz, sino solamente de un armisticio. Esto atemoriza a Pío VI quien terminará suscribiendo las condiciones solicitadas por Napoleón.
“Decid al Papa que Bonaparte no es Atila…” dice Napoleón, pero entretanto, le quita todo lo que puede.
Napoleón, había llevado sus conquistas por lugares generalmente católicos, y la Iglesia de Pío VI ya se había definido como hostil a la revolución, al condenar la constitución de 1791. La expropiación de bienes de la Iglesia, tampoco ayudó a las buenas relaciones entre ambos.
Napoleón sabía con quién trataba y ya en octubre de 1796, le había advertido que aceptase la creación de la República Cispadana, conformada por Módena, Reggio, Bolonia, Ferrara y las que quisieran sumarse…
El Pontífice, comenzaría a ver menguado su poder, debido a las medidas de Napoleón, que daría a luz, a las asambleas populares y la igualdad, echando por tierra al feudalismo y molestando a nobles y Clérigos. Bonaparte, llegó a amenazarlo diciéndole que, de aliarse con los austríacos, contra Francia, destrozaría el poder temporal del Papa.
En 1798, Napoleón invadió los Estados Pontificios. El Papa, viejo y enfermo, fue detenido y suprimido su poder temporal. El general Berthier y sus hombres, suplantarían a la guardia suiza que sería disuelta.
Pío VI, fue trasladado primero a Siena y luego a Florencia, donde estuvo varios meses. Posteriormente, siendo un anciano de más de 80 años, sería llevado a Valence-sur-Rhone (Francia), donde fallecería el 29 de agosto de 1799.
Las relaciones entre la Iglesia y los franceses recién mejorarían un poco, con el concordato de 1801, suscripto con el Papa Pío VII.