Thomas Midgley, ingeniero químico 
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El estadounidense más peligroso de la historia pudo haber sido Thomas Midgley, un ingeniero químico de Dayton, Ohio. Nacido en 1889, descubrió por accidente al principio de su carrera que añadir yodo al queroseno hacía que el motor “golpeara” un poco menos .

Sin embargo, “un poco” no era suficiente, así que pasó más de seis años buscando la solución perfecta en la tabla periódica.


 


En 1921, finalmente la encontró. Para entonces, la empresa en la que trabajaba se había fusionado con General Motors, que deseaba añadir a la gasolina para automóviles el descubrimiento que mejoraría la eficiencia y la vida útil del motor: el tetraetilo de plomo. Este nuevo combustible, la gasolina etílica, fue rápidamente adoptado, transformando el mundo moderno.


 


Desafortunadamente, no sabían que era tóxico y que durante setenta años bombearía miles de millones de toneladas de plomo a la atmósfera, envenenando a miles de personas, empezando por el propio Midgley (aunque él nunca lo admitiría). Muchos creen que fue su sentimiento de culpa por la gasolina con plomo lo que lo impulsó a desarrollar una alternativa segura a productos químicos dañinos como el dióxido de azufre y el amoníaco utilizados en la refrigeración.


 


Así, creó el primer clorofluorocarbono (CFC), comercializado como freón. Los CFC parecían la solución perfecta: no tóxicos, estables y beneficiosos. Lamentablemente, ahora sabemos que destruyen la capa de ozono, y desde 1987 su producción está prohibida internacionalmente.


 


Se lo mire por donde se lo mire, Midgley era un hombre extraordinario. Amaba la música, escribía poesía y registró 171 patentes. Sin embargo, sus inventos resultaron ser letales.


 


A los 51 años, contrajo polio y perdió el uso de sus piernas, quedando semiparalizado. Para facilitar su levantamiento de la cama, inventó un sistema de cables y poleas. Pero incluso este invento resultó fatal. Cuatro años después, en una irónica vuelta del destino, el arnés que había diseñado para ayudarlo a levantarse y acostarse se enredó una mañana. En la desesperada lucha que siguió, el hombre más peligroso de América, quien más que nadie ha influido en la composición química de nuestro planeta, especialmente su atmósfera, quedó atrapado en los cables y murió estrangulado.

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