Entretelones de la Operación Blanco
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LOS “ENTRETELONES” DE LA OPERACIÓN BLANCO


En Alemania, se hablaba que las minorías alemanas, habían tenido problemas con las autoridades polacas. Polonia, por el contrario, hablaba de las amenazas de invasión de los alemanes y la movilización de sus tropas de combate .

En Alemania se incentivaba el resentimiento hacia Polonia por haberse quedado con Prusia occidental y parte de Silesia gracias al tratado de Versalles. Se machacaba sobre el tema de Danzig y el Corredor, y la no aceptación de la propuesta de acuerdo de Alemania.


El 25 de agosto de 1939, Hitler se enteró de las declaraciones de los ingleses indignados por el pacto germanosoviético. Ese mismo día, se entrevistó con el embajador inglés y tras mencionarle el problema polaco, le transmitió una nueva propuesta de paz que incluía una promesa de ayuda alemana al Imperio Británico donde fuera necesario. 


Le advirtió también, que, llegado el caso, Alemania no tendría que luchar en dos frentes por el tratado firmado con los rusos. Dicho sea de paso, Stalin terminará anexionándose buena parte del territorio polaco, ante el silencio aliado, cuyo mayor temor era que Rusia en un futuro se uniera a los alemanes.


Al día siguiente Henderson el embajador inglés, viajó a Londres con la propuesta. Esa misma tarde, Londres por su parte ratificó su tratado de asistencia con Varsovia. Por su parte, el Duce le informaría a Hitler que no estaba en condiciones para ir a la guerra. 


El 28 de agosto, Inglaterra, rechazó la propuesta de Hitler y en cambio propuso negociaciones directas entre Alemania y Polonia, indicando que un fracaso arrojaría a ambos países y al mundo a una guerra. 


Al otro día, Alemania aceptó la proposición, pero exigió que el representante de Polonia concurriera munido de los poderes necesarios para decidir antes del 30 de agosto. 


Por cierto, cuenta en sus memorias el intérprete de Hitler, Paul Schmidt, que al leer la propuesta alemana, respecto a Danzig y al pasillo: “... Me parecía haber vuelto de nuevo a Ginebra... en dicha proposición se preveía un plebiscito en el territorio del pasillo polaco bajo el control de Inglaterra, Francia, Italia y de la Unión Soviética; dejaban el puerto de Gdynia para Polonia y el de Danzig para Alemania; se concedía a Polonia también otra autopista internacionalizada y un ferrocarril por el territorio que pudiera ser alemán...Era una verdadera proposición realmente digna de la Sociedad de las Naciones” (116) 


La cuestión fue que, el plazo se venció y el representante polaco no apareció. Henderson presentó una propuesta de la embajada británica a Ribbentrop, que fue rechazada por éste. Ribbentrop sacó un papel y le leyó la propuesta de Hitler. Henderson le pidió a Ribbentrop que le diera el documento con las propuestas de Alemania para enviárselas a los polacos. Más el ministro de asuntos exteriores se negó a hacerlo.


Los alemanes sabían que un representante polaco no llegaría a tiempo y nunca sabría de tan generosa propuesta, salvo que los ingleses se la transmitieran. Y esto solo tendría lugar verbalmente, si a Henderson no le daban una copia de la propuesta alemana. Inclusive, los términos podían ser cambiados por los alemanes antes de reunirse con los polacos. Por ende, podría especularse, que Hitler hizo esto adrede, para justificar el inicio de la operación blanco, ante el fracaso de la vía diplomática.


Según cuenta Ribbentrop en sus memorias, luego de la entrevista fue a la cancillería para que Hitler le autorizara a enviar las propuestas por escrito a Henderson, pero aquél se negó. Sin embargo, añade, que el 31 de agosto se las hicieron llegar al embajador británico, por intermedio de Goering y Dahlerus ingeniero y embajador sueco que trabajó por la paz, 


Por el otro lado, Keitel, jefe del Comando Supremo alemán, cuenta en sus memorias sobre los aplazamientos que se ordenaron a las tropas alemanas, con el fin de evitar la guerra: “…se pospuso una vez más el día X por otras veinticuatro horas, hasta el 1° de septiembre de 1939 ... Hitler justificó este nuevo aplazamiento porque el 31 de agosto esperaba la llegada de un representante plenipotenciario del gobierno polaco en Varsovia, o, por los menos, que al embajador polaco en Berlín, Lipski, se le otorgaran plenos poderes para la celebración de negociaciones definitivas…pero agregó que en ningún caso podría admitirse un nuevo aplazamiento más allá del 1° de septiembre, a menos que Varsovia aceptara por completo sus últimas exigencias…nuestras esperanzas de poder evitar la guerra se habían basado antes que nada en el tratado secreto ruso-alemán del 23 de agosto de 1939, en el cual Stalin había declarado estar dispuesto en caso de una guerra con Polonia, a participar en una división de este país, bajo determinación de una línea de demarcación entre las zonas de interés alemana y rusa…” (135)


El embajador polaco Lipski compareció sin las facultades necesarias, y Hitler dio por finalizada la entrevista. El 31 de agosto Hitler daría rienda suelta a la operación Blanco y el avance de las topas y de la marina. 


Ese mismo día se transmitió por la radio del Reich, que, en horas de la noche, la emisora de Gleiwitz “había sufrido un ataque de los polacos”. Algo muy conveniente para Hitler, para justificar el ataque a Polonia, conforme los preparativos del “Caso Blanco”.


Tiempo más tarde se informaba al pueblo que desde las 5,45 del 1° de setiembre, las tropas alemanas habían respondido al supuesto ataque polaco, por tierra, agua y aire.


Sea como fuere, la guerra había dado inicio. A las diez de la noche del 1º de septiembre se presentó el embajador inglés ante Ribbentrop y le entregó una nota, refiriendo, que debido a la actitud del gobierno alemán los gobiernos de Reino Unido y Francia se veían obligados a cumplir con sus compromisos respecto a Polonia, a menos que retirase sus tropas del territorio polaco. 


Cuenta Ribbentrop que, el 2 de septiembre Mussolini, propuso celebrar una conferencia internacional para solucionar la crisis. Alemania aceptó y Francia también, pero Inglaterra rechazó la propuesta de Mussolini.


El 3 de septiembre de 1939, Henderson el ministro de asuntos exteriores de Inglaterra concurría al despacho de Ribbentrop, en el que se encontraba el intérprete de Hitler: Paul Schmidt, a quien le haría entrega de un ultimátum histórico: “Han transcurrido más de veinticuatro horas desde el momento en que se ha pedido una contestación a nuestra advertencia del 1º de septiembre, y desde que se han intensificado los ataques contra Polonia. Como el gobierno de su majestad no ha recibido garantía satisfactoria sobre la cesación de toda acción agresiva contra Polonia, ni ha tenido lugar la retirada de las tropas alemanas de dicho país, desde las veinticuatro horas de la agresión, existirá el estado de Guerra entre Gran Bretaña y Alemania” (114)


Poco después Paul Schmidt en la cancillería del Reich, le traducía a Hitler el ultimátum de los ingleses, ante la presencia de todos los ministros y los hombres más importantes del partido nacionalsocialista.


En dos horas Alemania e Inglaterra estarían en guerra. Y con Francia el estado de guerra se produciría después de las cinco de la tarde, de acuerdo al ultimátum entregado por Coulondre, embajador francés en Berlín, a Ribbentrop.


Ese mismo 3 de septiembre, el ministro Chamberlain hablaba por la BBC a su pueblo, explicándoles que el embajador en Berlín había entregado un ultimátum al gobierno alemán. Allí se manifestaba que a menos que se tuvieran noticias a las 11 de la mañana del retiro de tropas de Polonia, existiría un estado de guerra entre ellos. Como el plazo había expirado, Chamberlain informaría al pueblo inglés, la ingrata noticia que nunca hubiera querido dar: “…Debo decirles ahora, que... este País está en guerra con Alemania Ustedes pueden imaginarse que golpe más amargo es esto para mí, que toda mi larga lucha para ganar la paz ha fracasado…Hitler…evidentemente había tomado una decisión de atacar a Polonia sin importar lo que sucediera Sus acciones muestran de forma convincente que... este hombre nunca abandonará la práctica de usar la fuerza para obtener su voluntad. El solamente puede ser detenido por la fuerza… Tenemos la conciencia tranquila, hemos hecho todo para establecer la paz…” (360)


El almirante Reader cuenta en sus memorias, que el 3 de septiembre Hitler le comunicó, reconociendo su error de cálculo, en cuanto a la posibilidad de una localización del conflicto: “Por más que hice no he podido evitar la guerra con Inglaterra”. 


Ese mismo día, Reader por escrito, indicaba que el arma submarina, si bien había producido buenos progresos desde 1935, aún era demasiado débil para desarrollar un papel decisivo. Y que las fuerzas de superficie estaban en inferioridad de condiciones tal, respecto de Inglaterra en cuanto a número y potencia, que apenas podrían en su opinión hacer otra cosa que afrontar valientemente la muerte.


La conclusión de Reader sobre las intenciones y la conducta de Hitler, fue la siguiente: “Que de por sí no deseaba llegara a una guerra con Inglaterra, es cosa que no pongo en duda, pero que la política por Hitler seguida ha contribuido a desencadenarla, pese a todas las seguridades que me daba que nunca llegaría a tales extremos, es también indudable” (142)

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