Alma en llamas

Ha aprendido a vivir con el peso de los recuerdos como quien carga un cadáver a la espalda. Nunca pidió ser fuerte, pero la vida no le dio opción .

A estas alturas, ya no sabe si es resistente o si simplemente ha aprendido a no romperse del todo.

Lleva cicatrices que nadie ve. Algunas son grietas, otras son heridas que siguen supurando por las noches cuando el silencio es demasiado denso y la oscuridad le susurra lo que intenta olvidar. Hay días en los que se siente una impostora en su propia piel, como si su cuerpo no fuera suyo, como si la historia que arrastra fuera una condena escrita en un idioma que nunca quiso aprender.

Pero no se detiene. Porque aunque a veces la vida le sabe a hierro y el miedo le muerda los tobillos, ella sigue. A veces arrastrándose, a veces corriendo, pero sigue. Porque si algo ha aprendido es que rendirse es para quien tiene la opción de hacerlo. Y ella no. Ella es de las que, cuando se caen, se levantan con las manos ensangrentadas y la mirada en llamas. De las que, si no ven la salida, la crean.

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