Marie de Rabutin-Chantal. Escritora francesa
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Observadora aguda, cronista implacable y madre devota, sus cartas no solo retrataron la vida de la nobleza francesa, sino que la convirtieron en una de las escritoras más célebres del Grand Siècle.


 


Fue una escritora epistolar francesa que frecuentó los salones de la época, en especial el de Fouquet. Tuvo una vida social muy intensa, simpatizó con los jansenitas, abrió uno de los salones más importantes y gozó de un gran prestigio intelectual.


 


Marie de Rabutin-Chantal nació el 5 de febrero de 1626 en París, en el seno de una familia aristocrática.


 


Huérfana desde temprana edad, fue criada por su abuelo y su tío, quienes se aseguraron de que recibiera una educación excepcional.


 


Hábil con las palabras y de espíritu vivaz, pronto se convirtió en una de las jóvenes más brillantes de su círculo.


 


En 1644, se casó con el marqués Henri de Sévigné, un hombre de carácter volátil y más interesado en los placeres que en el matrimonio.


 


Solo siete años después, en 1651, él murió en un duelo por una amante, dejando a Marie viuda con dos hijos.


 


En lugar de volverse a casar, como era costumbre, Madame de Sévigné decidió dedicarse por completo a su familia y a su pasión: la escritura.


 


A medida que la corte de Luis XIV se convertía en el centro del poder y el escándalo, ella se convirtió en testigo privilegiada de los sucesos que marcaron la época.


 


Sus cartas, dirigidas principalmente a su hija, la condesa de Grignan, se convirtieron en verdaderas crónicas de la sociedad del siglo XVII.


 


Con una prosa afilada y llena de ironía, narraba los amoríos, conspiraciones y tragedias que sacudían la corte del Rey Sol.


 


Su pluma no perdonaba a nadie.


Criticó con ingenio la hipocresía de la aristocracia, se burló de las extravagancias de la moda y lamentó las dificultades de la vida en la corte.


 


Al mismo tiempo, sus cartas desbordaban amor maternal, reflejando su profunda devoción por su hija, a quien extrañaba con desesperación.


 


Madame de Sévigné nunca imaginó que su correspondencia se convertiría en una obra literaria inmortal.


 


Sus cartas, recopiladas y publicadas después de su muerte, se transformaron en una de las joyas de la literatura francesa.


Gracias a ellas, el siglo XVII se nos revela con una claridad y una frescura que pocos historiadores han podido igualar.


 


Murió el 17 de abril de 1696, pero su voz sigue viva en cada línea de sus cartas.


A través de su mirada inteligente y su pluma inigualable, Madame de Sévigné no solo escribió la historia de su tiempo: la hizo eterna.

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