Me escondí debajo de la cama, asustado. Era la primera vez que el monstruo yacía sobre la cama .Tuve que esperar toda la noche hasta que se levantó y bajó a la cocina. Yo aproveché también para ir a desayunar y prepararme para la escuela. Íbamos en autobús, pero yo me sentaba siempre en las primeras filas y él en la última. Billy, era su nombre. Tenía un grupo de tres amigos con los que siempre iba, unos abusones, como él, y tenían a todo el colegio atemorizado. Por suerte, conmigo no se metía. Creo que era porque sabía que papá me pegaba. Desde hacía tres años estaba viviendo un infierno en casa, cada vez que papá llegaba borracho, mamá y yo temblabamos de miedo. Billy no, Billy era todo lo que papá siempre había querido. Un chico fuerte y alto, que se metía con los más débiles. Incluso no le importaba que sus notas no fueran buenas.
 Aquel día llegué a casa un poco más tarde, me había quedado en la biblioteca estudiando y cuando llegué papá no estaba, Billy tampoco. Billy nunca aparecía cuando papá no estaba. Al fin mamá y yo podríamos tener un día tranquilos, aunque siempre con miedo de que pasaría al día siguiente. A estas alturas muchos pensaréis que Billy era mi hermano. Pero no. Billy era el monstruo, en el cual tras tres años de abusos y maltratos, yo me había convertido.