La muy popular frase “Vivir como Carmelina”, nació en la ciudad matancera de Cárdenas, en el extremo occidental cubano, y se atribuye a la nieta mimada de José Arechabala Aldama, natural de Vizcaya, España, propietario de un poderoso emporio industrial y acreedor de una de las fortunas más grandes de la isla.
El refrán conocido en toda Cuba, está relacionado con la vida holgada y opulenta de la joven, que organizaba grandiosas fiestas y disfrutaba a sus anchas con un mundo de riquezas a sus pies, gracias al próspero negocio de su abuelo, dedicado desde 1878 a la producción de aguardiente y ron.
Nació Carmelina en la ciudad matancera de Cárdenas.
La consentida Carmelina y la familia en general, disfrutaban de las comodidades y lujos que les brindaba las fortuna del abuelo, los cardenenses, comentaban que la muchacha era algo así como una princesa envuelta en trajes de seda, contando con dos señoriales casas una en la ciudad y la solariega en las afueras de la misma.
Ella era el símbolo de la abundancia y su forma de vida, el sueño del ciudadano común de las décadas del 40 y el 50, pero los cardenenses coinciden en presentar a Carmelina como una mujer simpática y mesurada.
Una amiga confesó de manera categórica a un periodista de la época en un artículo del por entonces periódico local "La Antorcha", que la susodicha era una persona amable, generosa, sencilla, y muy bonita.
La frase: “Vivir como Carmelina”, forma parte del rico refranero popular cubano, el cual está ligado a nuestras costumbres, tradiciones y herencia cultural.
De ahora en adelante al oír la frase, pensarás en una linda y consentida heredera de Cárdenas que vivió rodeada de lujos y comodidades.
En Madrid Carmelina contrajo matrimonio con el cardenense Dr. Miguel Ángel Arechabala y Torrontegui, hijo de Ramón Arechabala y Saínz (sobrino del fundador Don José) y Catalina Torrontegui y Garteiz, graduado de abogado en la Universidad de la Habana en 1925 .
No fue Carmelina Arechabala una mujer de vida alocada, irresponsable, opulenta o inútil, todo lo contrario. Su continua presencia en las actividades de la fábrica, la familia que formó tras la temprana pérdida de su esposo, la sencilla y elegante forma en que vestía, las reseñas que hemos visto sobre las actividades sociales y de caridad en que participaba, nos la presentan como una más de las tantas damas de la burguesía cubana que fueron ejemplo de abnegación y buen gusto.