Me preguntaron cómo estaba y dije: “bien”.
Era más fácil que explicar la tormenta que traía dentro.
Me preguntaron qué me pasaba y dije: “nada”.
Porque ponerlo en palabras lo haría demasiado real.
Me preguntaron si necesitaba algo y dije: “no”.
Porque admitirlo sería un recordatorio de lo solo que me siento.
A veces, el silencio es más cómodo que la verdad.
A veces, es más fácil fingir que todo está bien
que tratar de explicar lo que ni siquiera yo entiendo.
No sé en qué momento aprendí a fingir tan bien…
pero a veces me gustaría olvidar cómo hacerlo.