En los rincones más apartados de Carolina del Sur, donde la pobreza y la falta de acceso a la salud hacían que la enfermedad fuera casi una sentencia, una mujer iluminó las vidas de miles con su dedicación y conocimiento. Su nombre era Maude Callen, pero para quienes la conocieron, ella siempre será recordada como el "Ángel del Crepúsculo".
Nació en Florida en 1898 y desde muy pequeña conoció la adversidad .
A principios de los años 20, Callen se trasladó a Pineville como misionera médica. Allí, en una comunidad aislada y sin acceso a hospitales, se convirtió en la principal proveedora de atención médica. Su hogar no era solo un refugio, sino también una clínica comunitaria, donde curaba heridas, trataba enfermedades y, sobre todo, brindaba esperanza. Pero su labor no se limitaba a las cuatro paredes de su casa; recorría una región de 400 millas cuadradas por caminos difíciles, visitando a quienes más la necesitaban.
Para muchos, Callen era más que una enfermera. Era médica, dietista, psicóloga, apoyo y amiga. Se estima que asistió en el nacimiento de entre 600 y 800 bebés a lo largo de su carrera, asegurándose de que cada nueva vida tuviera un comienzo digno. Además, compartió su conocimiento con otras mujeres, formando a futuras parteras y garantizando que su legado trascendiera más allá de su propia labor.
Su impacto no pasó desapercibido. En 1989, la Universidad Médica de Carolina del Sur le otorgó un título honorífico, y en su honor se estableció una beca en la facultad de enfermería, asegurando que nuevas generaciones de profesionales sigan su ejemplo.
Maude Callen dedicó su vida a sanar cuerpos y almas. Su historia es la de una mujer que, con determinación y compasión, transformó una comunidad entera y dejó una huella imborrable en la historia de la medicina y el servicio humanitario.
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