El líder de Queen la conoció en 1969 y vivió seis años con ella.
Se separaron cuando él le dijo que era homosexual, pero el cantante, que le dedicó Love of my life, la consideró su esposa hasta en su testamento y le pidió que cumpliera con su último deseo: un secreto que ella, jura, se llevará a la tumba.
Mary Austin lo conocía de verdad y lo quería.
En el pico de popularidad de Queen, Mary era la única que se atrevía a decirle la verdad y hasta a mandonear a ese rockstar caprichoso y rodeado
Freddie decía que sólo ella lo hacía realmente feliz. “Puedo tener todos los problemas del mundo –repetía–, pero si tengo a Mary, sé que puedo atravesarlos”.
Convivieron entre 1970 y 1976.
Hasta su último aliento, el 24 de noviembre de 1991, habiéndose separado ya hacia 15 años y sin haberse casado nunca, Freddie dejó bien claro que nadie iba a ocupar el lugar de Austin.
“Todos mis amantes me preguntan por qué no pueden reemplazar a Mary, pero es simplemente imposible. Es la única amiga que tengo, y no quiero a nadie más. Para mí es mi esposa .
Como había anticipado siempre, le dejó a la mujer de su vida toda su fortuna; también su mayor secreto póstumo: dónde sería enterrado.
Mary era de origen humilde y su vida cambió por completo cuando empezó su romance con el músico.
Lo acompañó en los primeros años de éxito de su carrera: “Crecimos juntos”, dijo en una entrevista al Daily Mail en 2013.
Eran días felices: ella lo acompañaba a las grabaciones y en las largas noches que pasaba componiendo. Una Navidad le propuso casamiento con un anillo de jade, y Mary aceptó.
Pero pasaron los meses, y aunque ella se ilusionó con un vestido, la propuesta se diluyó. “Nunca lo cuestioné, pero él sí había empezado a cuestionarse a sí mismo. Probablemente quería casarse, pero empezó a preguntarse si eso iba a ser justo para mí”, contó Austin sobre el final del noviazgo, cuando Mercury le reveló que era bisexual. “No creo que seas bisexual. Creo que sos gay”, le dijo ella.
Fue el final de la convivencia, pero también el momento en el que se selló la confianza infinita y la certeza de que en ella iba a encontrar una voz capaz de hablarle con la verdad y de igual a igual, si era necesario como si no fuera un rockstar. No pensaba que ella iba a apoyarlo, pero se encontró con la forma del amor más sincera: “Mientras me lo decía, lo vi más feliz y relajado. Y me hacía feliz verlo feliz, porque ser gay también era parte de lo que yo amaba en él. No podía negarle eso porque el nuestro era amor en serio, y el verdadero amor entiende y acepta”.
Ese día, Freddie la abrazó y le dijo que, sin importar lo que pasara, quería que fuera parte de su vida para siempre. “Creamos una rutina de una vida fuera de lo convencional. Si había una comida yo me sentaba junto a él, de un lado, y su último novio, del otro”, recordó Mary.
Pero el desafío más grande para Mary fue ser la guardiana del destino final de las cenizas de su amigo. “No quería que nadie intentara desenterrarlo, como había sucedido con otras personas famosas.
Los fanáticos pueden ser profundamente obsesivos. Él quería que fuera un secreto y seguirá siéndolo”, dijo Mary al Daily Mail.
Los dos primeros años, mantuvo el cofre con los restos de Freddie en su cuarto de la mansión de Kensington.
y se mantuvo fiel a su promesa: “Nadie nunca sabrá dónde están enterradas porque ese fue su deseo”
“Me dejó mucho, pero perdí lo más importante, porque él era mi familia, mi vida. Aparte de mis hijos, Freddie era todo para mí. No se parece a nadie que haya conocido y a nadie que pueda llegar a conocer. Fue mi gran amor, hubiera preferido irme antes que él.”