Hay una versión de nosotros que solo existe cuando nadie nos ve. Esa que no necesita sonreír para la foto ni responder “estoy bien” por costumbre .Es la versión que se sienta en el borde de la cama en madrugadas silenciosas, la que escucha canciones que nadie más sabe que le duelen, la que suspira sin testigos cuando el peso del día se siente demasiado.
Somos en verdad nosotros cuando nos quitamos las máscaras, cuando dejamos caer los hombros sin miedo a parecer frágiles, cuando nos permitimos llorar sin justificarnos. En esos momentos donde no hay ojos que juzguen ni palabras que interrumpan, aprendemos a escucharnos de verdad.
Tal vez el reto no sea ocultar menos, sino encontrar a quienes nos miren y aún así nos dejen ser. A quienes puedan sentarse a nuestro lado sin pedirnos que expliquemos por qué estamos rotos. A quienes entiendan que no siempre queremos hablar, pero tampoco estar solos.
Porque al final, lo que somos cuando nadie nos ve también merece un espacio en la luz.