Hay una versión de nosotros que solo existe cuando nadie nos ve. Esa que no necesita sonreír para la foto ni responder “estoy bien” por costumbre .
Somos en verdad nosotros cuando nos quitamos las máscaras, cuando dejamos caer los hombros sin miedo a parecer frágiles, cuando nos permitimos llorar sin justificarnos. En esos momentos donde no hay ojos que juzguen ni palabras que interrumpan, aprendemos a escucharnos de verdad.
Tal vez el reto no sea ocultar menos, sino encontrar a quienes nos miren y aún así nos dejen ser. A quienes puedan sentarse a nuestro lado sin pedirnos que expliquemos por qué estamos rotos. A quienes entiendan que no siempre queremos hablar, pero tampoco estar solos.
Porque al final, lo que somos cuando nadie nos ve también merece un espacio en la luz.