Donde Habita el Ayer✨

La lluvia caía con suavidad sobre las calles empedradas cuando Daniel cruzó la plaza principal de su ciudad natal. Habían pasado quince años desde la última vez que estuvo allí, y aunque mucho había cambiado, el pequeño café en la esquina seguía exactamente igual .

El letrero desgastado aún decía *Café de los Recuerdos*, y las luces cálidas en su interior iluminaban las mesas de madera que solían ser su refugio en las tardes de juventud. Sin pensarlo demasiado, empujó la puerta y entró.

El aroma a café recién hecho lo envolvió de inmediato, acompañado por el suave murmullo de conversaciones y la música de fondo que siempre había sonado en allí. Se acercó al mostrador y pidió un espresso, su vieja costumbre. Cuando giró para buscar una mesa, sus ojos se encontraron con alguien que no esperaba volver a ver.

Sentada junto a la ventana, con las manos alrededor de una taza humeante, estaba Sofía. Su cabello seguía teniendo ese tono castaño que solía brillar al sol, y su sonrisa —la misma que recordaba con una mezcla de nostalgia y anhelo— apareció en cuanto sus miradas se cruzaron.

—Daniel… —susurró ella, como si no creyera que era real.

Él tragó saliva y se acercó lentamente.

—Hola, Sofía.

Se quedó de pie un segundo demasiado largo antes de que ella señalara la silla frente a ella.

—Siéntate —dijo, con esa voz dulce que él no había olvidado.

Él obedeció, sintiendo un nudo en el estómago. Había imaginado este momento muchas veces, pero ahora que estaba ocurriendo, no sabía qué decir.

—¿Cuánto tiempo ha pasado? —preguntó ella, removiendo distraídamente su café.

—Quince años —respondió él sin titubear.

Ella asintió con una leve sonrisa.

—Y, sin embargo, parece que fue ayer.

Daniel soltó una risa suave, recordando tantas tardes en ese mismo café, los dos hablando de sueños, de planes, de todo lo que querían hacer con sus vidas. Él se había ido, persiguiendo una carrera en otra ciudad, y en algún punto del camino, dejaron de hablar.

—No pensé que seguirías viniendo aquí —dijo él.

—Este café siempre ha sido especial para mí —respondió ella, mirándolo con ojos brillantes—. Aquí pasé los mejores momentos de mi vida.

Daniel sintió una punzada en el pecho. ¿Acaso ella también pensaba en él cuando venía?

—¿Y cómo has estado? —preguntó, intentando sonar casual.

—Bien. Me quedé aquí, como puedes ver. Soy profesora en la escuela del pueblo. ¿Y tú?

—He viajado mucho. Trabajo en marketing. Pero… siempre quise volver.

Sofía lo observó por un momento, como si intentara descifrar algo en su rostro.

—¿Por qué lo hiciste ahora?

Daniel bajó la mirada a su café, revolviendo el líquido oscuro con la cucharilla.

—Supongo que extrañaba demasiado este lugar.

Ella sonrió, pero en sus ojos había algo más, una emoción que él no podía identificar del todo.

Hablaron durante horas, como si el tiempo no hubiera pasado. Recordaron anécdotas, bromas y promesas olvidadas. Y cuando el café empezó a vaciarse, Daniel supo que no quería que esa noche terminara.

—¿Te gustaría cenar conmigo mañana? —preguntó, casi sin aliento.

Sofía lo miró por un instante eterno antes de responder.

—Me encantaría.

Daniel sonrió. Quizá el tiempo había pasado, pero algunos recuerdos nunca desaparecen. Y algunos amores… tampoco.

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