El Retorno de los Olvidados?✨

La nave *Odiseo IX* flotaba en el espacio profundo, atravesando una región inexplorada de la galaxia. A bordo, la capitana Helena Voss y su tripulación analizaban las lecturas inusuales de un planeta cercano .

Según los registros de la Tierra, ese mundo no debía existir.

—¿Estás viendo lo mismo que yo? —preguntó el teniente Ramirez, ajustando los sensores.

—La atmósfera es idéntica a la de la Tierra… y hay estructuras en la superficie —respondió la científica Novak, con los ojos fijos en la pantalla.

Un planeta habitable no era un milagro, pero lo que vieron en las transmisiones satelitales sí lo era: ciudades de apariencia arcaica, campos cultivados, carreteras primitivas. Y, lo más inquietante, seres humanos caminando por las calles.

—Eso no es posible —susurró Helena.

Las bases de datos de la nave confirmaron lo imposible. La arquitectura y la vestimenta coincidían con la civilización terrestre… de hace 500 años.

Decidieron descender en una cápsula. Al aterrizar, sintieron el aire fresco en sus rostros. Era como respirar en la Tierra. Al acercarse a un poblado, los habitantes los miraban con una mezcla de asombro y miedo. Vestían como europeos del siglo XVI.

—Bienvenidos, viajeros —dijo un anciano, con una inclinación de cabeza.

—¿Quiénes son ustedes? —preguntó Helena.

El anciano sonrió.

—Somos los olvidados.

La historia de aquel planeta era increíble. Hace cinco siglos, durante la era de las exploraciones marítimas, una flota de barcos había desaparecido sin dejar rastro. Esos hombres y mujeres habían despertado aquí, en un mundo idéntico a la Tierra, sin saber cómo ni por qué. Con el tiempo, construyeron una nueva civilización, aislada de su mundo de origen.

—Nos resignamos a creer que jamás volveríamos a casa —dijo el anciano.

—La humanidad nunca supo de ustedes —respondió Helena, sintiendo un escalofrío.

Mientras la tripulación trataba de entender la verdad, algo aún más desconcertante sucedió: uno de los habitantes, un joven de ojos oscuros, se acercó a Novak y le susurró algo al oído.

—Estábamos esperando que volvieran.

Novak sintió un escalofrío.

—¿Volver?

El joven sonrió.

—Sí. Porque ustedes ya han estado aquí antes.

Helena y su equipo se miraron sin entender. Pero entonces, en la montaña más alta del planeta, vieron algo que no podía estar allí.

Un monumento de piedra con sus propios rostros tallados en él.

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