La culpa es un escape fácil 
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"Tu sufrimiento nunca es causado por la persona a la que culpas. "


 


La culpa es un escape fácil, pero nunca conduce a la libertad y te encierra en una prisión de falsa percepción .

Es tentador creer que el sufrimiento es causado por otra persona—que sus palabras, sus acciones o sus decisiones son la razón del dolor. ¿Pero qué pasa si la verdadera fuente de sufrimiento no es lo que hicieron, sino la forma en que se percibe, procesa y se aferra?


 


La mente tiene una manera de crear narrativas. Construye historias alrededor del dolor, asignando fallas y uniendo emociones a heridas del pasado. Pero el momento en que la culpa se regala, el poder también se regala. La culpa mantiene el foco hacia fuera, esperando a que alguien más cambie, se disculpe o haga las cosas bien. ¿Pero qué pasa si la paz no depende de sus acciones? ¿Qué pasa si siempre ha sido una elección interna?


 


Nadie puede controlar cómo actúan los demás. La gente cometerá errores, serán injustos, decepcionarán. Pero lo que sucede después - la respuesta, las emociones llevadas hacia adelante, la forma en que se interpreta la situación- está totalmente bajo control personal. Y aquí es donde reside la verdadera fuerza: en darse cuenta de que el sufrimiento no es creado por lo externo, sino por el apego a lo que no se puede cambiar.


 


La rendición de cuentas personal no se trata de excusar a los demás, sino de reclamar el poder. Es la comprensión de que aunque el dolor es real, el sufrimiento es opcional. Es la elección de ver las situaciones difíciles como lecciones en lugar de cargas, para cambiar la perspectiva de la victimización al crecimiento. El mundo no siempre será amable, pero la paz interior no está determinada por fuerzas externas.


 


Dejar ir la culpa no se trata de negar el daño; se trata de negarse a dejar que defina el futuro. Cuando la responsabilidad se toma por pensamientos, reacciones y emociones, la vida ya no se siente como algo que te pasa *a*, sino algo que tiene forma *por* ti.


 


La libertad comienza en el momento en que se reclama la responsabilidad. La elección siempre está ahí: permanecer atado por la culpa o dar un paso adelante con fuerza. Al final, el único control verdadero es sobre uno mismo, y ahí es donde se encuentra la verdadera paz.

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