James Walter Braddock intentó durante nueve años (de 1926 a 1935) cambiar su vida a través del boxeo, pero nunca logró quitarse el mote de "duro probador". Este estadounidense, hijo de británicos, había invertido el escaso dinero que ganó en el boxeo en una pequeña flota de taxis, pero la crisis internacional (el famoso crack del 29) lo llevó a la quiebra .
Sin embargo, en 1934 encadenó victorias ante duros rivales como John Lewis y Art Lasky, lo que llevó al negocio del boxeo a considerarlo carne fresca para ser devorada por Max Baer, el campeón mundial de los pesados. Así, Braddock aceptó el reto de su vida. Después de todo, ya había perdido al menos una veintena de veces y no tenía mucho que perder. Estaba 6 a 1 abajo en las apuestas (algunos medios citan 10 a 1), y el combate despertó poco interés mediático. Braddock, de 30 años y 88 kilos, dio el golpe en el Madison Square Garden Bowl y se llevó la victoria en las tarjetas ante un rival más joven (26 años) y más pesado (95,2 kilos). Desde aquella noche del 13 de junio de 1935, Braddock fue llamado “el hombre cenicienta”, y su vida dejó de ser una página olvidada para convertirse en parte del libro de las leyendas.
Más de sesenta años después de su consagración, su epopeya fue llevada al cine en una película memorable. Aquel hombre rocoso, que había recibido tantos golpes de la vida, se convirtió en una piedra inmutable y tenaz, destinada a quedarse para siempre en la historia del boxeo.Braddock no disputó muchas peleas más debido a las lesiones. Perdió su título ante Joe Louis y se retiró tras un último triunfo ante Tommy Farr. Luego, en los años 40, sirvió en el ejército de Estados Unidos como teniente primero, enseñando tácticas de lucha cuerpo a cuerpo.Falleció a los 69 años, el 29 de noviembre de 1974. Y el mundo aún lo recuerda. Porque ser campeón no significa vivir sin golpes ni caídas; ser campeón es dejar un legado que inspire a los demás.
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