Por supuesto que sí.

Lo que siento por mi esposo va más allá de lo que puedo definir. Es una mezcla de sentimientos.

Somos los mejores amantes, cómplices en todo, excelentes amigos, una pareja de hermanos incapaz de reprocharse nada….

Nos divertimos juntos y reímos hasta de nuestros gases a deshora, el aliento de dragón al despertar..

Del inodoro que uno de los dos olvidó descargar…

No hay necesidad de fingir, cualquier maquillaje sobra…

Él me habla de su niñez y siento deseos de abrazarlo como una madre a su hijo.

"Con gusto me hubiera encantado ser tu madre para protegerte", le digo mientras acaricio su cabeza.

Me habla de su vida pasada y me imagino vestida como Juana de Arco rescatándolo de las malas decisiones que demoraron aún más nuestro primer encuentro.

El sexo y el deseo no merman, solo.basta un roce para que estalle todo… .

Él me mima cómo un padre a su hija. Me da el consejo justo. Respeta mis silencios, yo los suyos.

Soy como un gato que a veces necesita soledad y él lo entiende, y aunque estemos en la misma habitación disfruto de ese espacio para mí vital.

Hablamos de cualquier tema. Política, fútbol, literatura, nutrición, cine, de nuestros desaciertos y anhelos… Pero a veces solo basta una mirada.

Él conoce mis fracasos y debilidades, yo los suyos e intentamos consolarnos asegurándonos el uno al otro que somos los mejores, que nada va a rendirnos, que ¡A la mierda todo!…

También celebramos como un par de locos cada éxito, cada pequeña alegría.

Nuestros sueños no coinciden siempre pero no importa.

Él es una suerte de kamikaze en este mundo y yo soy más cautelosa a pesar de ser diez años más joven. Eso no nos hace menos compatibles.

Sin embargo, no me preguntes que es lo que más amo de mi esposo, no sabría decirte. Si esto no es amor, dime tú qué es.