La sandez, inexactitud, la vileza, y la avaricia conquistan nuestras energías, incluso currelan nuestras almas, por amamantar nuestra amabilidad entre incertidumbres, como si los vagabundos impulsarán la indigencia mientras son supervivientes.

La falta de perversidad persigue al contumaz, por nuestra atrición amilanada; constantemente nos prendamos sobre palabras confidenciales, y entonces penetramos de forma jovial  el sendero embarrado, mientras imaginamos que el lagrimeo curará  las heridas  del  pasado. 

Ahora conversó sobre el deseo desenfrenado de besarte y mosdisqueo el pecho torturado de una mujer empoderada,  por tanto te rapto mientras me regocijas desde la complacencia, después estrujas con tus manos mi cuerpo desnudo. 

Al instante me encuentro encadenada, mientras el cosquilleo que percibo en mi vientre recorre mi mentalidad, y borbotea mi sangre por las venas, mientras jadeo por las luchas entre los desalientos que la invisibilidad me provocan tras sordera.

Si la vulneración, ponzoña, la puntilla, el arrebato aún han destejido con su pasión los bosquejos. 

La oscilación de la tristeza entre remordimientos, destinados al quesiqués de nuestra intensidad intrépida. 

Siempre encerrados en la despreciable trena de las adicciones...

¡Existe otra fealdad, más resabiada, más repugnante! .