#UnDíaComoHoy en 1809, nació Charles Darwin, naturalista inglés que en 1859 publicó “El Origen de las Especies”, su obra maestra, donde presentó pruebas de que la diversidad de la vida surgió de la descendencia común a través de un patrón ramificado de evolución, ocurrido durante el transcurso de las generaciones mediante un proceso conocido como “selección natural”. Esto no significa que venimos del mono, si no que humanos y simios compartimos un ancestro común.
Su libro desató un escándalo descomunal en la sociedad británica, y Darwin tuvo que sufrir humillaciones mientras las autoridades eclesiásticas denunciaron que la Teoría de la Evolución constituía la visión más degradante del ser humano jamás concebida .
Los creacionistas suelen argumentar que «la evolución es una religión, no una ciencia», y que sus partidarios, los “evolucionistas” o “darwinistas”, reverencian a Darwin como si fuera un profeta, rechazando dogmáticamente cualquier posibilidad alternativa. Sin embargo, ninguna afirmación científica se considera sacrosanta, como demuestran los aspectos de la teoría de Darwin que han sido rechazados o revisados por la ciencia a lo largo de los años, para conformar la síntesis evolutiva moderna.
El hecho de que sea llamada una “teoría” es porque cumple en forma amplia los postulados de una “teoría científica”, una explicación de los hechos respaldada por una gran cantidad de evidencia, y que ha sido probada y confirmada; el diseño inteligente y el creacionismo no cumplen ni de lejos con estos criterios.
Es importante estudiar la evolución porque nos aproxima al conocimiento que necesitamos para resolver nuestros problemas biológicos y para hacernos una idea sobre las expectativas del futuro, en un intento por mejorar la calidad de vida.
Darwin murió a los 73 años, siendo sepultado en la Abadía de Westminster en Inglaterra.