Mi La felicidad es un concepto elusivo, una meta que parece moverse constantemente a medida que nos acercamos a ella. Muchas veces, creemos que la alcanzaremos cuando logremos cierto éxito, cuando tengamos estabilidad económica, una pareja ideal o un propósito definido en la vida .
Sin embargo, al obtener lo que deseamos, descubrimos que la satisfacción es pasajera y que pronto surge una nueva meta que perseguir.
Esta paradoja nos lleva a preguntarnos si la felicidad es realmente un destino o si se encuentra en el mismo acto de buscar. La sociedad moderna nos impulsa a encontrar un propósito claro y significativo, una razón de ser que nos brinde satisfacción permanente. Sin embargo, esta búsqueda puede convertirse en una fuente de ansiedad y frustración, pues implica la presión de descubrir algo que, en muchos casos, no es absoluto ni evidente.
Algunos filósofos y pensadores han argumentado que la felicidad surge cuando dejamos de buscarla obsesivamente y nos permitimos vivir el presente. Viktor Frankl, por ejemplo, en su obra *El hombre en busca de sentido*, plantea que la felicidad no se logra de manera directa, sino como consecuencia de dedicarse a algo más grande que uno mismo. Esto sugiere que, en lugar de enfocarnos en encontrar el propósito perfecto, podríamos hallar plenitud en los pequeños momentos, en las conexiones humanas y en el crecimiento personal.
La paradoja radica en que, cuanto más nos obsesionamos con la felicidad y el propósito, más nos alejamos de ellos. Aceptar la incertidumbre, disfrutar del proceso y redefinir constantemente nuestras metas pueden ser claves para encontrar un equilibrio entre la búsqueda de sentido y la experiencia del bienestar en el presente.