La pluma temblaba entre sus dedos.
Gustavo Adolfo Bécquer sentía la fiebre arder en su cuerpo mientras la lluvia golpeaba los cristales de su habitación. Sabía que el final estaba cerca .
Pero aún quedaba algo por hacer.
Los papeles estaban desordenados sobre la mesa. Entre ellos, un manojo de rimas que nunca habían sido publicadas. Rimas que hablaban de amor, de anhelos, de despedidas. Rimas que contenían todo lo que su alma no pudo decir en voz alta. Se esforzó por levantar la pluma una vez más, pero la enfermedad lo vencía.
En esos momentos, tuvo un sueño plácido, quizá un último sueño.
Gustavo ajustó su levita y se miró en el reflejo de un escaparate. Era joven. Su aspecto no era el de un hombre con fortuna, pero en su alma bullía la riqueza de los poetas. Inspiró hondo y subió las escaleras del número 9 de la calle de la Flor Alta, en Madrid. Allí vivía la familia Espín, una de las más distinguidas del círculo musical de la capital.
Y allí estaba ella.
Julia Espín, la joven de ojos oscuros y voz cristalina. A Bécquer se le secó la boca cuando la vio al piano. No le importó que ella no le mirara apenas. Él ya la había convertido en su musa.
Y llovieron los versos.
Idealizada, la hizo dueña de sus palabras y escribió a sus amigos sobre un amor sublime, pero inalcanzable. Así era. Su indiferencia dolió más que cualquier rechazo explícito.
Con el paso del tiempo, el amor se convirtió en recuerdo. Bécquer se casó con Casta Esteban, pero sus rimas mantuvieron el compromiso con Julia. La poesía habló de un suspiro que no se consume, de una mirada que lo dice todo, de oscuras golondrinas y de manos entre otras manos.
Al despertar, su mirada regresó al manojo de papeles sobre la mesa. Con el último aliento, miró a su amigo Rodríguez Correa y susurró:
—Quema mis escritos... Solo si crees que valen algo, publícalos.
No pudo ver más futuro.
Años después, una joven abría un libro de poemas y leería en voz baja:
"Por una mirada, un mundo;
por una sonrisa, un cielo;
por un beso... yo no sé
qué te diera por un beso".
Y justo en aquel momento, unos labios de mujer le sonrieron al poeta. Y corrió un viento de amor.
¡Feliz Día de los Enamorados!
#historias #escritores