En febrero de 1837, en Kerch, Crimea, una ardua excavación dirigida por el arqueólogo Anton Ashik y su dedicado equipo culminó con un descubrimiento notable. Después de persistentes esfuerzos por encontrar la entrada a un enorme montículo de tierra, desenterraron con éxito la puerta oculta a un increíble sitio megalítico que desde entonces se ha hecho famoso como el Kurgan Real, uno de los tesoros arqueológicos más importantes que unen Europa y Asia.
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