En 1911, una intensa ola de frío provocó que las cataratas del Niágara se congelaran parcialmente, creando un fenómeno impresionante.
Se formó una capa de hielo de hasta 15 metros de espesor, lo que transformó las cataratas en una gigantesca escultura de hielo.
A pesar de este congelamiento, el caudal de agua de 2.400 metros cúbicos por segundo continuaba fluyendo por debajo del hielo.
El evento fue tan notable que se establecieron "puentes de hielo" que permitieron a las personas cruzar el río Niágara a pie.
Este fenómeno atrajo a muchos curiosos, pero también resultó peligroso; al final del invierno, tres personas perdieron la vida cuando el puente se rompió y cayeron al agua helada.
Este no fue un evento aislado; las cataratas del Niágara han experimentado congelaciones similares en otras ocasiones, como en 1934, 1938 y 1949. Sin embargo, desde 1912, se implementaron regulaciones que prohíben cruzar las cataratas a pie para prevenir accidentes.