Nuestra obsesión por quienes nos ignoran: el enigma del amor no correspondido
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¿Por qué nos obsesionamos con quienes nos son indiferentes? ¿Por qué buscamos el reconocimiento de aquellos que apenas nos registran? Es como intentar hablar con un helicóptero o insistir en arreglar un electrodoméstico que jamás funcionará. Y, sin embargo, ahí estamos, atrapados en el juego de la indiferencia, deseando desesperadamente ser valorados por quienes nos ignoran.

Hay un deseo profundo, casi vergonzoso, que va más allá del amor romántico: la necesidad de ser apreciados, vistos, reconocidos .

No solo por una pareja, sino por amigos, desconocidos, por el mundo entero. Queremos dejar huella, ser inolvidables, ser alguien en la mente de los demás. Y cuando alguien nos ignora, esa indiferencia nos carcome.

Quizás esta obsesión tenga raíces evolutivas. Fuimos cazadores, perseguidores, insistentes. El rechazo nos desafía, nos hace insistir más. La paradoja es que cuando finalmente conseguimos la atención que anhelábamos, muchas veces perdemos el interés. Es como el ballet de la gacela y el cazador: ella huye, él la persigue. Cuando él se va, ella lo sigue.

Lo mismo ocurre con la fama: quienes la buscan desean amor a gran escala, ser reconocidos por completos desconocidos. Pero cuando la obtienen, huyen de ella, se esconden tras lentes oscuros, abrumados por la atención. Paradójicamente, quienes logran el amor del mundo pueden acabar siendo víctimas de él. Basta recordar a John Lennon, a quien un hombre obsesionado con la fama privó de la vida en busca de reconocimiento.

La realidad es que nadie puede gustarle a todo el mundo. Ni siquiera el dulce de leche lo logra. Pero el problema de idolatrar a quienes nos ignoran es que terminamos despreciando a quienes realmente nos valoran.

En vez de querer la aprobación de todos, tal vez la clave esté en elegir a nuestro público. Rodearnos de quienes sí nos aprecian en lugar de desgastarnos por quienes jamás nos recordarán.

La próxima vez que alguien te ignore, en lugar de obsesionarte con su indiferencia, recuerda: quizás el problema no es que no te recuerde, sino que tú confundiste a esa persona con alguien que realmente merecía tu atención.


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