La creatividad es clave en la publicidad, pero cuando las marcas confían demasiado en el público, las cosas pueden salirse de control. En un intento por interactuar con los consumidores, muchas empresas han lanzado campañas donde los usuarios pueden participar activamente, ya sea creando anuncios, haciendo preguntas o usando hashtags promocionales .
Aquí te presentamos siete campañas publicitarias que fueron arruinadas por la creatividad (y la malicia) de los usuarios.
Chevrolet pensó que era una gran idea permitir que los usuarios crearan sus propios anuncios para su modelo Tahoe. Subieron videos del coche en distintos escenarios y dieron la opción de añadir frases y eslóganes personalizados. La idea era que los fanáticos hicieran anuncios increíbles y que se volvieran virales.
El problema fue que en lugar de alabar el vehículo, la gente lo usó para criticarlo. Muchos mensajes hablaban de su alto consumo de combustible y de lo poco ecológico que era. Chevrolet intentó ignorarlo, pero cuando los videos negativos superaron a los positivos, la campaña fue eliminada.
Después del impactante documental Blackfish, que denunciaba el maltrato a las orcas en cautiverio, la reputación de SeaWorld cayó en picada. Para arreglarlo, lanzaron una campaña de preguntas y respuestas en redes sociales, con la esperanza de aclarar dudas y mejorar su imagen.
Lo que no previeron fue que la gente usaría ese espacio para lanzar ataques y hacer preguntas incómodas como: "¿Por qué siguen explotando a los animales?" o "¿Cuántas orcas más tienen que morir?". La avalancha de críticas fue tan grande que SeaWorld dejó de responder y, como último recurso, acusó a los críticos de ser "bots". Pero el daño ya estaba hecho.
Susan Boyle, la famosa cantante británica, tenía todo listo para promocionar su nuevo álbum. Para ello, su equipo de marketing lanzó un hashtag promocional: #SusanAlbumParty. Todo parecía normal… hasta que la gente empezó a leerlo de otra manera: #SusAnalBumParty.
El error pasó desapercibido al principio, pero cuando los trolls lo notaron, las bromas y los chistes subidos de tono llenaron las redes sociales. El equipo de Susan Boyle intentó corregirlo, pero ya era demasiado tarde: la fiesta anal se había viralizado.
En 2014, un caso de brutalidad policial en Estados Unidos desató protestas y debates sobre el racismo. Starbucks, intentando ser parte de la conversación, lanzó la campaña #RaceTogether, donde los baristas escribirían el hashtag en los vasos para fomentar el diálogo sobre la discriminación racial.
Lo que Starbucks no esperaba era que la gente viera esto como una estrategia oportunista para aprovechar una crisis social. En lugar de generar conversaciones, el hashtag fue usado para criticar a la empresa y burlarse de la iniciativa. Starbucks terminó pidiendo disculpas y cancelando la campaña.
Después del devastador terremoto en Japón en 2011, Bing (el buscador de Microsoft) lanzó un tuit prometiendo donar un dólar por cada retuit hasta un máximo de $100,000. El problema no fue la donación en sí, sino el hecho de que usaron la tragedia como una excusa para promocionar su servicio.
La reacción del público fue inmediata: "¿Por qué no donan los $100,000 sin pedir retuits?", "¿Acaso están negociando la ayuda?". Las críticas fueron tan fuertes que Bing eliminó la parte promocional del mensaje y Microsoft terminó donando una cantidad mayor para limpiar su imagen.
Microsoft lanzó "Tay", una inteligencia artificial diseñada para interactuar con los usuarios en Twitter y aprender de sus conversaciones. La idea era que se volviera más natural y amistosa con el tiempo.
El problema fue que Internet no es un buen lugar para aprender modales. En menos de 24 horas, los trolls enseñaron a Tay a ser racista, conspiranoica y políticamente incorrecta. Llegó a escribir mensajes de odio, negar el Holocausto y celebrar atentados. Microsoft tuvo que desactivarla de inmediato y pedir disculpas por el experimento fallido.
Si hay una marca que debería saber cómo funciona Internet, es Coca-Cola. Pero incluso ellos han cometido errores épicos.
En una campaña de 2015, permitieron que los usuarios escribieran cualquier palabra en una imagen de la marca. En teoría, la gente usaría mensajes positivos… pero los trolls aprovecharon para llenar la plataforma con frases del Mein Kampf de Hitler.
En otro caso, Coca-Cola lanzó la opción de personalizar botellas con cualquier nombre. Adivina qué pasó. Sí, alguien puso "Obesidad". "Comparte una Coca-Cola con la Obesidad". El chiste se volvió viral y la empresa tuvo que cancelar la campaña.